Josep Maria Pou dice concebir el teatro «como un servicio público, en el que la obra ayude al espectador a salir transformado, a reflexionar sobre cómo nos comportamos y nos relacionamos», y en virtud a esta condición elige las obras en las que decide participar, sea como actor o como director. No debe extrañar pues que se haya volcado con Viejo amigo Cicerón, en la que plantea «una reflexión sobre nuestros políticos y la situación actual» a través de la figura del jurista, político, filósofo, escritor y orador romano.

La obra abre mañana oficialmente la nueva temporada del Teatro Principal tras la sesión especial del lunes con la proyección del largometraje documental de Gaizka Urresti Aute Retrato, y estará en cartelera durante dos semanas, de jueves a domingo, en lo que, según apuntó la concejal de Cultura, Sara Fernández, «pretende marcar la impronta del cambio de orientación de la programación, volviendo a los grandes circuitos teatrales».

Tres grandes de la escena nacional, Ernesto Caballero, que ha hecho la adaptación; Mario Gas, que la dirige y Josep Maria Pou, a quien el gerente del Patronato de Artes Escénicas, José María Turmo, definió como alguien «que es el teatro en sí mismo», coinciden en Viejo amigo Cicerón, una obra que queda definida desde el mismo título, explicó Pou, «pues pretende acercar la figura de Cicerón al público, ese ‘viejo amigo’ marca el reencuentro con alguien a quien conocíamos, al menos los de mi generación de los latinajos, alguien que siempre está por ahí pero que no tenemos muy claro si era un maestro, un pensador... un intelectual y político, un intelectual metido a político o un político muy culto».

HOMBRE CONTRADICTORIO

Y es esa personalidad «poliédrica» de un hombre firme en la defensa de las leyes pero que al mismo tiempo es el instigador del asesinato de Julio César, su gran amigo de infancia -otro aspecto al que alude el amigo del título-; al que le es fiel -él es un gran defensor de la amistad- hasta que César se erige en emperador acabando con la república y por tanto con la legalidad establecida, «y es ese hombre contradictorio, que duda, donde radica el atractivo, donde vimos que era interesante abordar su figura y revisar la historia como pretexto para hablar de nosotros, volver a Roma para reflexionar sobre nuestros políticos y nuestra situación», apuntó Josep Maria Pou.

INTELECTUALES Y POLÍTICA

Y es que al entender del actor, los políticos de hoy se han instalado en el insulto y en actos de fachada, y quedan más definidos «por lo que dice su boca que por lo que tienen de cabeza para adentro», de ahí que lamente «que no haya más intelectuales metidos en la política, pues hoy los grandes pensadores están apartados de ella».

Viejo amigo Cicerón no es en sí una obra clásica, sino una adaptación contemporánea de la vida y la obra y el pensamiento del filósofo y jurista, basada principalmente en dos de sus tratados. Laelius, sive De amicitia, (Lelio, o Sobre la amistad) y Cato maior, sive De senectute (Catón el Viejo, o Sobre la vejez), «con un 90% de las frases sacadas de su obra». De hecho, explica Pou, que está acompañado en escena por Bernat Quintana y Miranda Gas, la historia se ubica en una biblioteca actual, donde se reúnen tres personas interesadas por la figura de Cicerón «y eso les lleva a territorios que nunca hubiesen imaginado, como si los tres personajes mirasen lo que se cuece en una marmita y acabasen cayendo en ella»».

Así, aquel hombre de hace 2.000 años, que hablaba y escribía sobre la amistad, la defensa de las leyes o el valor de la cultura, con frases como «una casa sin libros es como un cuerpo sin alma», o «no necesitamos héroes; lo que necesitamos es escoger a los mejores para que nos representen», sirve a los creadores de la obra «para hablar de los políticos de todos los tiempos y plantear una reflexión sobre la democracia actual, la relación del ejecutivo y el legislativo... todo estaba ya en Cicerón», dice Pou.

De ahí que, volviendo al principio, entendamos el porqué se ha volcado con esta obra. «Para mí, el teatro es un territorio sagrado; me daría vergüenza si el público saliera con la sensación de vacío. Intento siempre que salgan transformados, que ese rato les haya servido para algo, y esta obra demuestra que 2.000 años después, las palabras y las reflexiones de Cicerón continúan vigentes y pueden ayudar a entender el mundo», concluyó.