"En la guerra civil hubo perdedores, y estos también tienen derecho a contar su historia". Con esta premisa abordó Miguel Marco la redacción de Senderos de lucha. Vida de un guerrillero de Azuara: Doroteo Ibáñez , en el que recupera la memoria de este hombre al que el golpe de estado fascista del 36 transformó "de ciudadano pacífico a guerrero".

La vida de Doroteo Ibáñez fue similar a la de otros compañeros que se alistaron en el maquis "llevados por un idealismo utópico que poco tenía que ver con la realidad", dice Marco, quien asegura no entender "la poca verguenza" de los mandos del PCE en el exilio "que convencían a la gente de que mantener un lucha armada en el interior del país iba a contar con el apoyo del pueblo, cuando la realidad era distinta, pues ese apoyo ya no existía".

Pero lo realmente encomiable de estos guerrilleros era el desapego de sus vidas en defensa de unos ideales políticos que habían sido machacados. Doroteo Ibáñez, cuenta Miguel Marco, era antes de la guerra un jornalero con cierta inquietud cultural, ya que tomaba clases nocturnas. "Se fue politizando con la República, formó parte del primer sindicato de UGT y, en la mili, se acercó al comunismo", explica el autor.

EXILIO Y CLANDESTINIDAD

Durante la contienda, participó en las batallas de Belchite y Teruel y vivió la ruptura del frente de Aragón y Cataluña, aunque fue su participación como brazo represor del Consejo de Aragón el episodio que lo puso en el disparadero de las fuerzas franquistas. En 1939 se exilió en Francia, donde participó también de forma activa en la lucha de la resistencia contra los ocupantes nazis.

Tras la segunda guerra mundial su lucha sigue en España. "Vive en el monte un año y medio y en 1947 se convierte en enlace general con Francia, llegando a atravesar de forma clandestina Aragón 16 veces, desde Javalambre y la Serranía de Cuenca hasta Francia. El llevaba armas, mensajes, propaganda, dinero, era persona de confianza del PCE", explica Marco.

Pero esa fe ciega en el partido acabó jugándole una mala pasada. Por un lado, como ya se ha dicho, porque en España ya nadie osaba enfrentarse a Franco y los maquis habían ido perdiendo el apoyo activo, si bien su vida en el monte sólo podía sobrellevarse gracias a la ayuda que recibían "a escondidas" por parte de la gente. Así, Doroteo, en uno de sus viajes clandestinos, se acerca a su pueblo, Azuara, y ahí le avisan de la realidad. Eso le haría mella, pues dos años después, en 1950, deja la guerrilla y regresa a Francia, donde vuelve a llevarse otra desilusión. "El partido lo abandona y lo traiciona hasta entregarlo a los gendarmes".

Devuelto a España, sufre dos consejos de guerra en Zaragoza, en los que es condenado a 30 años en cada uno; y un tercero en Valencia, en el que es condenado a muerte y ejecutado en 1956. Sin duda, su participación en la represión, le pasa cuentas. "Posiblente participó en muertes, pero en esos momentos dramáticos era matar o morir y nadie podemos decir cómo hubiésemos actuado; Doroteo no era ningún villano, sino que vivió unas circunstancias muy fuertes para cualquiera", concluye Marco.