--Al protagonista de Alguien dice tu nombre, el compromiso político y sentimental le llegaron simultáneamente. ¿Por qué, si el primero es racional y el segundo, no?

--La intimidad forma parte de la historia. No se pueden transformar las causas públicas si no hay, al mismo tiempo, un cambio sentimental en la vida cotidiana. Eso es algo que ha tenido siempre muy claro la poesía. En esta novela, León Egea, que es un estudiante de 19 años, vive una experiencia de iniciación a la vida, al mundo laboral, al erotismo, al compromiso, etc.

--¿Cómo era la Granada por la que se movía León Egea hacia 1963?

--Vive en una ciudad que es Granada, pero que podría ser cualquier ciudad española de aquellos años. He querido situar la novela en los 60 porque es una época que no está muy atendida desde el punto de vista literariO. En España, se pasaba del subdesarrollo más profundO a la economía del capitalismo europeo. Me interesó situar la experiencia de descubrimiento del joven en un contexto de incertidumbre para jugar con ambas.

--¿Estamos en un contexto fértil para que surjan nuevos Leones Egea del siglo XXI?

--Ahora mismo estamos también en un cambio de ciclo. La diferencia que veo es que entonces se tenía la situación de que se caminaba hacia adelante, los hijos iban a vivir mejor; ahora, creo que estamos andando hacia atrás. Este cambio, antes, lo acentuábamos hacia el optimismo y ahora creo que se dirige más hacia el sentimiento de pérdida. Pero no me cabe duda que los jóvenes encontrarán solución a esto.

--La novela se centra en los años previos a la Transición. ¿Cómo valora el resultado de este proceso histórico?

--Tengo una opinión dividida. Me he educado con gente que vivió la clandestinidad y que sufrió, luchó, recibió palizas, torturas... A esa gente le gusta pensar que su sacrificio sirvió para algo. Pero al mismo tiempo, veo también las limitaciones que tiene. Más que la lucha entre la dictadura y la democracia, se enfrentaron dos visiones distintas: la democracia social y la económica. Venció esta última.

--¿Ha hecho de la literatura su tablero particular donde plasmar su compromiso político?

--Toda literatura responde a una mentalidad. Tiene el poder de transformar la historia. Mi compromiso no solo se circunscribió a la Transición, sino también a favorecer un cambio en los sentimientos. En mi opinión, la literatura siempre tiene una dimensión social y crítica, hable de lo que hable. Entiendo la labor del escritor, o la de cualquier otra profesión, como una labor de ciudadanía.

--Han pasado 35 años desde Y ahora ya eres dueño de Puente de Brooklyn, su primer poemario. ¿Qué aspectos han influido en la evolución de su poesía?

--Entiendo la poesía como un ejercicio de conciencia del individuo que quiere hacerse dueño de sus propias opiniones. Decía Antonio Machado que la verdadera libertad no está en poder decir lo que pensamos, sino en poder pensar lo que decimos. Muchas veces nos creemos muy libres por ser espontáneos y decir lo primero que se nos ocurre y no hacemos más que repetir como loros lo que flota en el ambiente. Debemos de evitar ir siempre con prisas, dedicarnos más a nosotros mismos, a la meditación, a decidir que es lo que realmente pensamos y sentimos. El acercamiento del yo con la sociedad es lo que me ha ido definiendo poéticamente.