El hombre sin trabajo al que un amigo le encuentra un puesto como faquir de un circo y muere porque no sabe tragarse el sable. El gato que se compromete a criar al polluelo de una gaviota que le confió el huevo antes de morir en una marea negra y debe enseñarle a volar. La banda de felinos en el duro puerto de Hamburgo convenciendo a la pequeña gaviota (que quiere ser gato como los demás) de que su virtud está en ser diferente... El escritor Luis Sepúlveda (Ovalle, Chile, 1949) aseguraba ayer en Zaragoza que los latinoamericanos han sabido "mantener la vieja tradición de contar historias".

Por la mañana dialogó con alumnos zaragozanos de los IES Medina Albaida y Luis Buñuel de Zaragoza y por la tarde intervino en el ciclo Conversaciones en el Paraninfo . Hoy se encontrará con los jóvenes lectores oscenses (IES Lucas Mallada y Sierra Guara) en el ciclo Invitación a la Lectura de la DGA y hablará en el Club de Lectura de Barbastro y luego en la CAI. Siempre la magia de lo real como punto de encuentro: "Lo bonito de este oficio es que todo puede ocurrir, es muy libre", les dijo.

Luis Sepúlveda tiene muy claro de dónde mana esa capacidad de contar historias: "Creo que la mayoría somos cervantinos, mientras que muchos españoles se decantaron por el quevedismo con su visión irónica y cínica de la realidad.". Y agrega que Cervantes tuvo una visión profundamente humana e imaginativa.

Pero además, los escritores latinoamericanos se declaran herederos del romanticismo alemán. "Cortázar dijo que sin la existencia de Hoffmann, Novalis o Holderling, no podría concebirse la existencia de este boom latinoamericano". Sepúlveda agregó otra influencia más cercana: "Somos hijos también del neorrealismo italiano en el cine" y recordó a la película de Sabatini Milagro en Milán , donde "demostró que era posible contarlo todo. De otra manera, pero contarlo todo". Con esos elementos se cimentó una tradición literaria que privilegia contar una historia.

En el otro extremo, dijo, está el racionalismo francés que privilegió tanto el aspecto puramente técnico, de destreza del escritor. "Cuando decretaron la muerte de la novela convencional e inventaron el Nouveau roman fran§ais que fue un coñazo que ahuyentaba a los lectores". Sin dejar de lado el experimentalismo literario, defienden "la oralidad, el idioma, como la única riqueza, que además se refresca constantemente".

Sepúlveda se sorprende de que muchos españoles "se manejan con pocos sustantivos, que hablan tan mal y enumeran tan poco las cosas que emplean muletillas para disimular su desconocimiento de los nombres de las cosas". Y agrega que la historia común y las experiencias de opresión y sumisión de tantos países americanos les llevó a ver en el idioma un sentido de dignidad y de pertenencia a una comunidad de hablantes, "igual que los españoles se sienten de Europa". Y eso, dijo, "nos libera mucho a la hora de la escritura".

Todos "tocados por la misma historia y por ese implacable enemigo" (el gigante del Norte), "que frena cualquier paso hacia la dirección de la emancipación como naciones o como seres humanos". Luis Sepúlveda definió ayer a la ecología (su pasión humana y literaria) como "el derecho del hombre a recuperar su dignidad ante la naturaleza".