El paisaje, según Luz Gabás, perfila una personalidad. «El montañés siempre ha sido más cerrado al hablar de sentimientos, es duro, como la tierra donde vive». La escritora, natural del Valle de Benasque, publica una nueva novela, Como fuego en el hielo, ambientada, como suele ser habitual en ella, en el Pirineo.

«La vida en las montañas es diferente…», reflexiona, rodeada de picos nevados, en una zona del valle llamada Llanos del Hospital, donde se encuentra la Fundación Hospital de Benasque, que, junto con la biblioteca, contiene «la mayoría» de los libros y textos que la autora ha utilizado para documentarse en esta ocasión. Luz Gabás muestra su tierra, Benasque, para presentar su última novela a los medios. «Se podría haber configurado una región que se llame el Pirineo a secas», afirma, ya que «en el Pirineo aragonés la vida es más parecida al de la parte francesa que, por ejemplo, a la de Madrid o Zaragoza».

PASIÓN Y RAZÓN / En sus anteriores novelas, la autora hablaba, «primero, en Palmeras en la nieve, sobre la vida, lo que le da sentido, de dónde vengo; en Regreso a tu piel sobre el deseo de que la muerte no sea el final, y, por último, en esta hablo de la vida como una sucesión de decisiones».

Como fuego en el hielo surge de un pálpito, de «primer razonamiento», cuenta Gabás, que a veces «es solo una palabra». En este caso fueron dos, pasión y razón, o la idea del «contraste entre cómo se muestran al mundo las personas, y cómo en realidad son, entre el querer y el deber, frío y calor», explica. Con localizaciones reales y personajes inspirados por otros que existieron, la novela comienza situando al lector en las termas de los Baños de Benasque, a mediados del siglo XIX. Uno de los protatonistas, Attua, regresa a estas tierras para regentar, en contra de su voluntad, el negocio de las termas, que había sido el sustento de su familia.

«Aquí surgió la novela, el primer edificio tras dejar la frontera», comenta la autora, señalando el balneario, ahora abandonado hasta junio, a lo lejos en el precipicio de una montaña rodeada de nieve. La obligación le hace ver truncados sus sueños, igual que a Cristela, quien también desea alejarse del entorno hostil donde habita. Entre ellos surgirá el amor, un amor que Gabás define como una «condena, porque les acompañará el resto de sus vidas».

La novela presenta una historia de amor, pero no se queda ahí. «Es novela muy coral, tiene muchos personajes y varias historias que hay que cerrar, tienes que acordarte en cada momento de qué es lo que sabe cada uno, por ejemplo... estructurarla ha sido complicado para mí», cuenta la escritora.

homenaje al romanticismo/ Rodeada de libros, textos y grabados que guarda la fundación benasquesa, los cuales muestra emocionada, Luz Gabás reivindica a los historiadores locales, «a los que nadie hace caso, pero luego lo que escriben es una mina». Ella tomó mucha documentación de textos que dejaron los viajeros que cruzaban España hace dos siglos. «Hay textos en inglés de viajeros que vinieron a tu tierra, me interesa mucho como nos ven, y a mí me permite conocer detalles como la ropa, cómo se saludaban...», cuenta.

Y es que, además del tributo que le brinda a su tierra, Gabás ha hecho un homenaje «al Romanticismo». «El Romanticismo no se trata solo de sentimientos, es una actitud vital, en la novela también hay mucha política, muchas posturas... todo eso significa pasión», explica.

Y en el libro «hay un guiño femenino, ya que en esa época empezaban a verse mujeres, aristócratas con dinero eso sí, que eran viajeras. ¿Mujeres viajando por placer? ¡Inimaginable!», comenta, irónica. «Yo me siento ahora más libre que mis abuelas o mi madre», dice, aunque este guiño femenino no quiere decir que se trate de «novela femenina», etiqueta que a veces le ha sido dada y que ella rechaza.