Una cosa no se le podía negar a Selene. En vida, había tenido un gusto impecable en mujeres. Como Gaia, como Haizea, Mar era bellísima y elegantísima. Iba prácticamente sin maquillar y parecía aún más guapa que en televisión.

Gaia la había puesto al corriente de todo. La cita fue en el bar del Teatro Español, un maravilloso oasis de aire acondicionado en aquel Madrid de verano tórrido.

La pelea

-Mejor que se lo diga yo de antemano porque es posible que ya se lo hayan dicho o que lo averigüe usted por su propia cuenta. Hace unos años Selene me puso una denuncia por agresión. En realidad, nos habíamos agredido la una a la otra. Una pelea. Pero ella fue la única que denunció. A mí me pusieron una multa de 200 euros. Más tarde, Selene me explicó que me denunció porque Haizea la forzó a hacerlo. Llevaba meses mintiéndome, diciéndome que estaba loca, que me lo imaginaba todo, haciéndome luz de gas, una auténtica tortura, créame. Pero todo eso ya había pasado. Ahora estábamos haciendo la obra juntas, todo iba bien.

-¿Es normal que el autor asista a los ensayos?

-No siempre, solo si el director lo permite. Ella lo pidió precisamente porque quería aprender dirección y no siempre se tiene la oportunidad de ver dirigir a un profesional tan grande como Alberto Caballero. Y él lo permitió pues porque le gustaba Selene, así de simple. En cuanto ella le puso ojitos, él dijo sí. Solo le puso una condición, que se estuviese calladita y que si tenía sugerencias las hiciese después de los ensayos, pero que no interrumpiese. Y ella siempre fue muy formal.

-¿Cree que Selene se suicidó?

-Yo al principio, cuando la policía dijo que se suicidó, pues lo creí, porque supuse que habrían hecho pruebas forenses y tal y que estarían muy seguros, pero después, cuando me llamó Gaia y me lo contó todo, entonces recordé otra cosa... Verá, cuando Selene conoció a Gaia, Gaia estaba casada, con un señor muy importante. Después, Selene me conoció a mí. Pero no dejó a Gaia. Porque Selene no tenía un duro, y no había trabajado en su vida. Se casó con Gaia precisamente entonces. No por los papeles. Gaia tenía contactos como para resolverle los papeles a Selene en 10 minutos. Se casó para llevarse dinero, una pensión. Y se llevó bastante, créame. Yo he estado con Selene en la cama y he visto como hablaba con Gaia: «Que sí, mi amor, que estoy trabajando, que me quedo a escribir, que te quiero». Era un monstruo para eso. Bueno, cuando me conoció a mí, yo también estaba casada. Y después conoció a Haizea, y lo mismo. Me decía a mí que se quedaba a escribir, que no vendría a dormir, ya sabe. En fin, un patrón. Siempre mujeres casadas con hombres importantes. Porque mi marido ya sabrá usted quien era, el mejor director de cine de España, Y el de Haizea... ¿No creerá usted que el restaurante lo ha creado ella? Se lo llevó en el divorcio. Y Selene siempre encadenaba unas con otras. Pues bien, yo en los ensayos noté que algo pasaba. Me dijo que se había mudado al apartamento del centro «para escribir» y me lo vi venir. Sobre todo porque recibía muchas llamadas telefónicas y estaba todo el rato enviando mensajes y pendiente del móvil. Y porque estaba radiante y se la veía muy contenta, y venía siempre arregladísima y maquilladísima, y para mí eso no era, y para Alberto menos... En fin, un día yo tuve una bronca espectacular con Alberto, me atacó mucho. Tan fuerte fue la bronca que dictamos una pausa de 10 minutos. Y me fui a llorar. Pero no quise ir a camerinos para que no me escucharan los otros actores. En lugar de eso, me fui a los cuartos de baño del público. Y estando yo dentro de una cabina, entró Selene.

Pensaba que estaba sola. Primero empezó a hablar con una mujer, en un tono muy dulce. Seguro que no era Haizea. Mucho te quiero y muchas bromas eróticas. Y luego habló con otra persona. Selene gritaba mucho. Le decía que no se metiera en su vida, que, si la buscaba, la encontraría. Selene era muy argentina para eso, muy arrabalera, muy tanguera. Empezó a gritar mucho. Le decía a la otra persona que ni se le ocurriera amenazarla, que no sabía con quién se estaba metiendo.

Después la conversación se acabó. Yo no salí de allí hasta después de un rato. Estoy segura de que Selene nunca supo que yo la escuché... Lo que le quiero decir es que estoy prácticamente segura de que Selene ya tenía una reemplazante para Haizea. Y Haizea es tonta, pero no tanto como se lo hace, es más que probable que ya lo supiera.

-¿Y cree usted capaz a Haizea de matar a Selene?

-La creo capaz de cualquier cosa.

Mañana, capítulo 4:

‘Fulvia, el fuego’