María Frisa es una autora de libros infantiles irreverentes y gamberros. Para un adulto, meterse en 75 consejos para sobrevivir a… (ahí puede ponerse el cole, el instituto, los exámenes o lo que se tercie), la serie de Frisa es como poner la oreja frente a un grupo de niñas de 12 años, a las que va dirigida, exagerada pero real. Las niñas y los niños que de verdad los leen suelen hablar de risas, de bromas, de meteduras de pata, de odios terribles, de amistades a prueba y de risas.

De ahí que, a Frisa, la recepción de sus novelas protagonizadas por una niña, Sara Berlanga, solo le habían dado alegrías. Hasta que un mal día, la amiga de la hermana mayor de una niña que leía a Frisa echó la vista a varios párrafos del primer libro de la serie, 75 consejos para sobrevivir al colegio, cuando este llevaba cuatro años en el mercado cosechando un gran éxito, y encontró varios fragmentos que a su parecer incitaban al acoso escolar y estaban tocados por el machismo. Sin pensarlo dos veces, los subió a las redes y esa piedrecita en el estanque acabó con un alud de insultos y una petición en Change.org que firmaron más de 35.000 personas pidiendo que la retiraran de las librerías.

No es un manual

Frisa, catalana de nacimiento y residente en Aragón, es una mujer cercana y divertida. Psicóloga de formación, recuerda aquellas acciones de hace un año como un linchamiento. Y no servía de nada que intentara explicar que su libro era ficción, jamás un manual de autoayuda (al que parodiaba), y que su heroína solía dar consejos equivocados para finalmente darse cuenta del error.

Le duele recordar pero lo ha querido afrontar escribiendo una nueva entrega titulada, cómo no, 75 consejos para sobrevivir a las redes sociales (Alfaguara no solo no retiró aquel libro, sino que sugirió a Frisa la dirección del nuevo título). Hay que tener los nervios bien templados para no abandonar cuando te amenazan de esta guisa: «Ojalá revienten a tus hijos en el patio del colegio para que sepas lo que es el bullying». Y la bola de nieve acusatoria se hizo más grande: «Las barbaridades se retuiteaban más, así empezó una escalada terrorífica que me dejó impotente, porque me acusaban de ir en contra de lo que precisamente defendía».

«Creemos que la vida real va por un lado y las redes por otra, y no es verdad. Mi consejo es ‘no escribas en internet lo que no le dirías a la cara a esa persona a la que te diriges’», dice. Pero naturalmente, para llegar a ese consejo Sara se ha tenido que equivocar mucho. «He procurado no autocensurarme -asegura- pero tengo la sensación de que este libro no ha quedado tan irónico como los anteriores».

No considera que la literatura infantil tenga que estar ahí para aleccionar. «Yo creo ante todo en la lectura lúdica. No todos los libros tienen que encadenar valores. Mi función no es didáctica, sino que los niños se diviertan», concluye.