Sin miramientos y de una forma bastante gráfica y visual, María Gimeno (Zamora, 1970) se ha propuesto poner fin a una injusticia de la que desgraciadamente no mucha gente es consciente: la poca visibilidad de las mujeres en el arte a lo largo de los siglos. «Claro que ha habido mujeres artistas -dice indignada-. Obviamente ha habido menos que hombres, porque a las mujeres siempre se les ha puesto todo tipo de dificultades para acceder al saber, a la cultura, a la intelectualidad… El número es menor, pero haberlas haylas y simplemente no nos lo han contado».

Gimeno estuvo ayer en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza donde, bajo el auspicio de La casa amarilla, puso en escena su performance Queridas viejas, una intervención que dura más de dos horas, un tiempo justificado si se tiene en cuenta que la artista recorre algo más de mil años de la historia del arte.

La performance consiste en introducir, literalmente, a las mujeres artistas dentro del manual La historia del arte de Ernst Gombrich, uno de los libros más consultados e icono del canon establecido en occidente que no incluye a ni una sola mujer artista.

Servida de un cuchillo de grandes dimensiones, Gimeno va insertando en orden cronológico y en su sitio a un total de 80 mujeres que, siguiendo los mismos parámetros que utilizó Gombrich, tendrían que haber aparecido en la obra original. «Con el cuchillo corto en el interior del libro en el lugar exacto en el que falta una página. Hago hueco y la inserto», explica la artista.

Comenzando en el siglo X, la primera de las mujeres «insertadas» se llama En, que es la cabeza en una lista en la que también constan Uta de Ratisbona (s. XI), Sabina de Steinbach (s. XIII) y Properzia di Rossi (S. XVI) entre muchas otras. «A la gente le sorprende mucho la gran calidad de las obras de las artistas. Creo que damos por hecho que si estas mujeres no están en la historia del arte es porque no se lo merecen, y no nos cuestionamos que es que igual no las han querido introducir -reflexiona Gimeno-. Tengo la enorme ventaja de que juego con la evidencia, con las pruebas, que son las obras. Y las obras hablan por sí mismas. La mujer hoy en día tiene un papel clave y aún así, cuando vas a los museos, el arte sigue firmándose en masculino», concluye la artista.