María José Hernández pone de largo esta noche (Teatro Principal de Zaragoza, 20.30 horas) su disco Las uvas dulces, en el que canta a Labordeta. En el concierto estará acompañada por Sergio Marqueta (piano), Dani Escolano (contrabajo y cello), Julio Calvo (guitarra acústica y eléctrica) y Gonzalo Lasheras (guitarra acústica).

--¿El título del disco es más una reivindicación a modo de metáfora?

--Las uvas dulces es un verso que he tomado prestado de José Antonio (Labordeta), y a la vez el título de una canción, que lo he utilizado un poco como metáfora porque para mí las uvas dulces son esas que están escondidas en el racimo que no se ven a simple vista pero que casi siempre son las más exquisitas. Me gustó un poco como metáfora visual de lo que para mí es este disco.

--Un disco en el que rescata canciones que quizá han quedado sepultadas por los grandes himnos de Labordeta. ¿Es una manera de defender su valor?

--Totalmente. He elegido el repertorio de una manera premeditada, huyendo de las canciones típicas o que todo el mundo conoce de José Antonio y buscando todas esas canciones que, por distintas circunstancias, han quedado un poquito más escondidas dentro de un inmenso repertorio.

--¿Cómo se afronta reinterpretar a una persona que ha significado tanto para tanta gente?

--Este proyecto arranca hace muchos años cuando yo tuve la oportunidad de versionar una canción de José Antonio en el Teatro Principal. Ya había trabajado con él, había grabado voces en sus discos, colaborado... pero, digamos, que en aquella ocasión fue la primera vez que me enfrenté a una canción suya íntegramente y la verdad es que la experiencia fue maravillosa y me paré a pensar en que, realmente, no había habido mujeres que se atrevieran con el repertorio de José Antonio. Se le ha versionado mucho pero nunca mujeres. A los meses, su enfermedad se agravó y yo aparqué el proyecto. Para mí, una vez que contaba con la aprobación de José Antonio y su familia, enfrentarme a este repertorio ha sido profundamente emocionante y musicalmente no ha sido difícil porque las canciones de José Antonio son tan humanas y con tanta carga poética que es muy fácil hacerlas tuyas. Quería coger sus canciones, llevarlas a mi terreno, sentirlas como mías y hacerlas creíbles. En ese sentido, sus textos son maravillosos, emocionantes... vamos, que lo difícil de este disco ha sido elegir el repertorio.

--¿Ha dejado muchas fuera?

--Para que te hagas una idea, escuché toda la discografía de José Antonio y he de reconocer que había muchas que yo no conocía y, en una primera selección, escogí treinta y tantas. Y de ahí he tenido que ir descartando en función de aspectos más musicales, buscando un equilibrio en el disco. José Antonio es, en muchos aspectos, un autor desconocido para su público.

--¿Tiene miedo precisamente a la reacción de ese público?

--Sé que puedo encontrarme con la reticencia de los labordetianos pero tampoco es una cosa que me asuste porque yo no he pretendido hacerle un disco homenaje o versionar las canciones que nadie puede hacer como él, los considerados himnos. Pero, sin embargo, lo que yo he pretendido es desde alguna manera renovar ciertas canciones y ponerlas musicalmente en el siglo XXI para que las generaciones más jóvenes no se queden solo con el Labordeta de la canción protesta y de los himnos, que conozcan al poeta, al compositor de canciones maravillosas que quizá no se conoce tanto y es una pena. Si tú analizas su obra hay muchas más canciones que tienen ese cariz poético, nostálgico y profundamente humano que las de protesta.

--Musicalmente se han respetado bastante las canciones, preservando la melodía... Vamos, que no ha hecho nada raro...

--Si algo tenía claro es que lo más importante son los textos de José Antonio. Tanto mi voz como la instrumentación están al servicio de la poesía. He respetado totalmente los textos y las melodías, lo que ocurre es que sí hemos desarrollado de otra manera el concepto sonoro en general y las armonías.

--El disco incluye un regalo final que es el último poema que Labordeta escribió en vida...

--Cuando yo fui a hablar en septiembre con la viuda y su hija y les conté el proyecto, me recibieron con los brazos abiertos. Cuando les conté lo que iba a hacer, Ángela (su hija) me habló de este poema, me dijo que era el último que escribió su padre, que lo encontraron después de su muerte en un cajón, manuscrito en un papel y ya con la letra muy afectada por la enfermedad y me pidió si quería musicarla porque, para ella, era muy especial ya que entendían que era la despedida de su padre. Es un poema muy cortito pero realmente tiene un texto tremendamente emotivo, de alguien que siente que se va a marchar pronto.

--¿Qué va a poder ver la gente en el concierto?

--Va a ver Las uvas dulces, también habrá algunas canciones mías y alguna otra sorpresa que no voy a decir (risas).