María Reig (Barcelona,1992), licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, publica su segunda novela Una promesa de juventud. Una obra de ficción histórica que pone en el punto de mira la situación de los internados internacionales suizos durante la Segunda Guerra Mundial, a través de una investigadora de Oxford Caroline Eccleston, quien escribe su tesis sobre el contexto de dichos centros y los misterios que encuentra conforme avanza su trabajo. Una novela muy esperada después de la acogida que tuvo su primer libro Papel y tinta, que cuenta ya con diez ediciones y el premio a Debut Literario Año 2019 del certamen Un año de libros de El Corte Inglés.

-¿Qué sensación tiene tras esta segunda publicación?

-Hay una cosa que no había experimentado nunca, que es publicar una segunda novela con gente que te ha leído en una primera novela y que tiene ganas de leerte. Es una sensación nueva y abrumadora que no esperaba.

-Algunos elementos de la obra son ficticios, como los dos internados. ¿Cómo confluyen de manera natural el relato de ficción con el componente histórico?

-Es uno de los retos cuando escribes ficción histórica. Es la parte más compleja porque tienes que equilibrar ambas. Dentro de la ficción, a mí me gusta trabajar con los límites del contexto y de la realidad del momento. Intentas desarrollar las tramas después de haber investigado sobre la época y vas de alguna manera construyendo los personajes, las situaciones respetando la realidad política, a nivel global y a nivel más local. De esa manera, lo vas integrando también a través de los diálogos haciendo alusiones a lo que va ocurriendo, o a través de los medios de comunicación,. En esta novela tiene mucha fuerza la radio, por ejemplo.

-Ha tenido dificultades a la hora de conseguir documentación para la novela. ¿A qué se debe?

-La Segunda Guerra Mundial es un periodo muy estudiado, pero te vas a un país neutral que no tuvo un papel muy activo y es verdad que la información es muy compleja de conseguir. La realidad de los internados suizos es una perspectiva sobre la que no se ha escrito mucho y añade dificultad a la hora de seleccionar fuentes de información.

-La neutralidad de Suiza durante la guerra, y la diversidad de nacionalidades dentro de los internados, con los problemas que puede conllevar, ¿cómo se ven reflejadas?

-Durante la guerra, Suiza integró el concepto de la ‘defensa espiritual de la nación’. Un concepto cultural que integraba a toda la sociedad suiza y sus pilares, que históricamente como confederación se había querido mantener al margen de los conflictos armados. Todo el desarrollo de estos sentimientos, de las reflexiones sobre su neutralidad está reflejado a través del personaje de Charlotte, que es una de las protagonistas. Ella nos va llevar por lo que suponía ser neutral en aquel momento, porque ser neutral no salía gratis. Con las nacionalidades de los alumnos tuve que documentarme a través de uno de los colegios que me pasaron información y que he intentado reflejar. Estos colegios eran una calcomanía de la evolución de la de la historia global. La presencia de una nacionalidad u otra en los colegios está muy ligada a la situación global. Quería mostrar ese ambiente único, de personas de diferentes países enfrentados entre sí que establecen vínculos de amistad, de amor, de respeto entre ellos y de aceptación de la diversidad, algo que no existiría de no haber estado en esos colegios.

-Elementos como el desarrollo de la juventud, los temores, deseos... en esa época habrá sido incluso más complicado de obtener.

- Con la información de los colegios, uno de ellos me pasó un libro de notas con anécdotas de las alumnas y sí que dejaba un poco el sentir de ellas, de cuando eran más mayores, la rebeldía. Sirve recopilar eso y leer sobre testimonios del momento. Es una época que tenemos en el imaginario colectivo muy arraigada, utilizando la empatía a través de esos documentos te sirve para dibujar la situación de los personajes a esas edades.

-¿Qué se propone Caroline, la protagonista de ‘Una promesa de juventud’, al inicio de su investigación?

-Ella de alguna manera está obsesionada por descubrir cómo era ese contexto de los internados suizos durante la Segunda Guerra Mundial. Se topa, a raíz de un contacto con un profesor de la universidad, con Santa Úrsula, que ha cerrado sus puertas de manera abrupta en el curso 39-40 y parece que hay muchos interrogantes y una historia difícil de averiguar. Se centra en descubrir los misterios de ese internado. Eso le lleva a contactar con Charlotte, una exalumna del internado que la va a llevar de viaje en el tiempo para abrirle las puertas a la realidad de ese curso.

-¿Qué secretos inesperados encuentra?

-Se centra en descubrir los misterios de ese internado. Eso le lleva a contactar con Charlotte, una exalumna del internado que la va a llevar de viaje en el tiempo para abrirle las puertas a la realidad de ese curso.

-La historia cuenta con dos voces, la protagonista y una exalumna. ¿Cómo es la relación entre ambas?

Hay desconfianza, es una relación compleja. No se fían la una de la otra. Charlotte es una mujer que va a poner condiciones, le ayuda pero bajo sus reglas y lo que considera que tiene que ser la historia. La protagonista tiene un debate continuo sobre sí fiarse de ella. Por una parte le embruja lo que le cuenta, por ese amor que tiene ella hacia la historia, pero no sabe si fiarse de lo que le cuenta. De alguna manera se compensa, va evolucionando e incluso pone en riesgo la continuidad de la investigación.

-Respecto a su propia investigación, ¿ha encontrado hechos inesperados que hayan contribuido a la creación de esta novela?

-Constantemente te vas encontrando detalles que te sorprenden. Cuando te aproximas a Suiza como país neutral durante la Segunda Guerra Mundial piensas que ha participado menos de lo que realmente ha hecho. Tiene su parte de méritos y fantasmas dentro de la guerra. Una cosa con la que me gustó toparme es la función que tenía la zona de habla alemana de Suiza con respecto a contrarrestar la propaganda de Goebbels. Alemania se fue expandiendo pero Suiza fue una excepción. En la zona de habla alemana hubo muchos intelectuales, algunos refugiados, y a través del teatro, de la comunicación va contrarrestando y pone la interrogación en la propaganda nazi. No deja de ser una función importante, a su manera tuvo cierta capacidad de influencia.