Apenas faltaban unos días para inaugurar su primera exposición individual cuando Dionisia Masdeu (Pina de Ebro, 1902-Zaragoza, 1962) recibió una llamada en la que se le solicitaba compartir el espacio del Salón de Fiestas del Centro Mercantil de Zaragoza con José María Aventín. La idea partió del crítico Francisco de Cidón, Zeuxis, quien tras ofrecer al Mercantil una exposición del escultor de Huesca supo que la sala cerraría durante unos meses por obras. Dionisia Masdeu aceptó. No convenía contradecir al crítico. Fue así como, entre los días 16 y 23 de mayo de 1931, el Mercantil acogió las cerámicas de Dionisia Masdeu y los bustos de José María Aventín; convenientemente distanciados. La habitual cena-homenaje los reunió en el restaurante Ruiseñores.

A las obras de Aventín dedicamos el Visor de la semana pasada, y a las de Masdeu el publicado hace unas semanas. Las fotografías que le hizo Ricardo Compairé nos hicieron pensar en una posible relación de la artista con Huesca, que pudo existir pero que no fue el motivo de su exposición con Aventín en Zaragoza debido, como decimos, a cuestiones prácticas. Días antes de la inauguración, la prensa anunció que Masdeu expondría 37 cerámicas de carácter decorativo realizadas durante su estancia en la Escuela de Cerámica de Manises, a la que asistió entre 1930 y 1932, tras realizar estudios en la Escuela Especial de Pintura y Escultura y Grabado de Madrid, gracias a la pensión del Patronato Villahermosa-Guaqui.

' Sin título' (1933)

Modernidad y dispersión

En las entrevistas que le hicieron, Masdeu expresó su deseo de ser una artista reconocida y de continuar su formación en Sèvres para estudiar la cerámica vienesa, alemana y holandesa; sobre lo realizado, destacó la influencia del arte oriental, maya e inca en la serie de azulejos, platos, ánforas y otros objetos modelados y esmaltados, y en las esculturas de escayola revestidas de reflejos metálicos. Los críticos coincidieron: Dionisia Masdeu había sabido recoger la tradición del oficio y darle un aire de modernidad, pero el dominio técnico no ocultaba la dispersión de procedimientos y estilos. Zeuxis devolvió el «favor» a Masdeu, dedicando a su obra un extenso comentario en la revista Aragón (julio, 1931): feliz casualidad, escribió, la reunión de escultura y cerámica en una sola exposición; y al igual que el resto de comentaristas, insistió en la desorientación que le provocaba la variedad de técnicas por estar más interesado en los ideales estéticos que animan a las obras de arte. Valoró el afán experimental y el entusiasmo que guiaba sus trabajos, atentos a las más diversas orientaciones estéticas. A fines de diciembre de 1931, Tomás Seral y Casas visitó el estudio de Dionisia Masdeu en Valencia y le hizo una entrevista que La Voz de Aragón publicó el 8 de enero de 1932. Seral comentó la continua insatisfacción de Masdeu, tal era su inquietud por iniciar a diario «caminos nuevos con viejas experiencias». En octubre de 1935, Masdeu participó en la sección de Artes Aplicadas del Salón de Artistas Aragoneses que tuvo lugar en el Centro Obrero Aragonés de Barcelona.

Seral recuperó la imagen de la escultura Sirena en tierra de Dionisia Masdeu que había ilustrado su entrevista de 1932, para reproducirla en el nº 10 de la revista Noreste (primavera, 1935) dedicado a las mujeres heroínas de vanguardia; un homenaje que amplió con una exposición de libros y dibujos de las mujeres creadoras que habían colaborado, en el escaparate de la Librería Internacional de Zaragoza, tal como da testimonio la fotografía incluida en el nº 11 de Noreste (verano, 1935). Del proyecto había informado Seral en el nº 9 (primavera, 1935), donde también leemos la noticia de la inauguración de un té literario en el estudio que compartían la ceramista Misia Masdeu y Maruja Falena. En aquella primera velada, Tomás Seral y Casas, como animador de ediciones Cierzo, presentó algunos poemas de la colección de Poesía: Canciones en azul de María Dolores Arana; Rumbo de Maruja Falena; y su Cadera del insomnio.

La poeta Maruja Falena, seudónimo de María Ferrer (Zaragoza, 1905-Madrid, 197?), recibió el bautismo de plomo en el Primer cartel lírico del Noreste (otoño, 1932) que publicó los poemas El principio y ¡Soy... lo que no soy!. En sus memorias, Ildefonso Manuel Gil recordó aquel 9 de julio de 1932 cuando celebró con Tomás Seral y Casas y Maruja Falena la puesta en marcha de una revista a la que llamarían Noreste. Maruja Falena acudió con una enorme pamela que causó auténtica sensación al entrar en la pista de baile del merendero popular al aire libre al que acudieron. Ya sentados, Maruja Falena les enseñó fotografías de su perro-lobo que ladraba furiosamente a los niños vestidos de primera comunión. Un perro surrealista, en opinión de Seral. Y tal como habían previsto, solicitaron su colaboración en la revista. Maruja Falena sacó de su bolso varios poemas, entre los que eligieron los dos mencionados. Nuevos poemas: Ingerencia, Punto y aparte y Rumbos, se publicaron, respectivamente, en el segundo, tercer y Cuarto cartel lírico del Noreste (invierno, primavera y verano-otoño, 1933); y Rumbo en el nº 10 de Noreste (primavera, 1935).

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'Añoranza' (1931)

Con rostro, por fin

La reseña a su primer y único poemario, Rumbo, apareció en el nº 11: «Nervio, pasión y ternura, limpios de escayola y de desmayos. Y un suave pesimismo erótico, ajustado a un sano equilibrio, distante de lo cerebral, de lo fingido, que excluye el temor de que haya en él un simple leit motiv de cómodo acceso y de cómoda expresión». A Federico Comps confió Seral el retrato de la poeta. Además de en Noreste, Maruja Falena publicó Ansias en el nº 5 (1934) de Isla: verso y prosa, que en el nº 9 incluyó una breve nota sobre su poesía, «de iniciación juanramoniana, se desarrolló en tono de sencillez emocionante»; también colaboró en Ágora: revistas de ensayos (Albacete), y en A la nueva ventura (Valladolid). Emiliano Moreno, uno de los editores de Altozano: periódico literario mensual, de Albacete, le dedicó, en el nº 3, el poema de amor Última voz, y en el nº 9, Ramón Castellanos se hizo eco de la lectura del poemario Rumbo.

En abril de 1936 Dionisia Masdeu celebró su boda con Juan José Laforga en la iglesia de Santiago de Zaragoza. Los recién casados posaron con familiares y amistades para el fotógrafo Marín Chivite. Una intuición repentina que Delfín Seral Aranda, hijo de Tomás Seral y Casas, me confirma: María Ferrer, que firmó sus poesías con el seudónimo de Maruja Falena, figura entre las personas invitadas. Por fin, ponemos rostro a una mujer que se volvió invisible tras la guerra civil. En una fecha indeterminada se estableció en Madrid donde trabajó en un hotel. Nunca perdió la amistad con Seral, a quien acompañó en su lecho de muerte. Dionisia Masdeu hizo alguna exposición y se dedicó a la enseñanza de la cerámica; sin el reconocimiento que había soñado.H