Hace apenas unos meses, Sebastián Lelio ganó el Oscar gracias a Una mujer fantástica (2017), y no tardará en estrenar su remake estadounidense de Gloria (2013), la película que lo dio a conocer en todo el mundo. Ahora, entretanto, el cineasta chileno estrena en España Disobedience, una historia de amor prohibido entre dos mujeres en el seno de una comunidad judía ortodoxa londinense.

-El cine no suele adentrarse en las comunidades judías ortodoxas. ¿Qué le atrajo de ese mundo?

-Su hermetismo, sobre todo. La película transcurre en un área de Londres de la que ni siquiera los propios londinenses saben casi nada. La comunidad que vive allí es fascinante. Operan según una tradición vigente desde hace miles de años. Visten de una determinada manera, tienen unos preceptos morales muy férreos, organizan su vida en torno a la adoración a su ídolo. Penetrar en un mundo así es como viajar a otro planeta.

-‘Disobedience’ opone la ley al deseo, y la libertad individual, a las expectativas sociales. Son temas que ya ha abordado en películas previas.

-Supongo que soy incapaz de resistirme a la tentación de asomarme a aquello que se considera prohibido. Pero en ningún momento he pretendido cuestionar los valores del judaísmo o faltarles al respeto. Para mí lo fácil habría sido convertir la comunidad donde la historia transcurre en un villano, pero lo que obstaculiza a mis personajes no es la comunidad, sino algo en el interior de ellos mismos. Y, aunque yo no soy inglés ni judío, sentí una gran conexión con esas mujeres que tratan de ser ellas mismas en un mundo opresivo y marcado por unas reglas muy concretas.

-¿Qué tipo de conexión?

-Bueno, yo crecí en Chile en una época en la que el país estaba sometido a la moralidad católica y a la dictadura política, y por tanto muy aislado. Por supuesto, no estoy comparando el vecindario ortodoxo que aparece en la película con la dictadura de Augusto Pinochet, pero en todo caso sé lo que es vivir bajo el yugo religioso, y creo que por eso me interesa especialmente nuestro derecho fundamental a la desobediencia.

-¿Explica eso la importancia que la figura del outsider tiene en su cine?

-Sí, pero hay otro motivo más personal. Mis padres se divorciaron siendo yo niño, y crecí con mi madre. Nos pasábamos la vida mudándonos de ciudad, nunca pasábamos más de dos o tres años en el mismo lugar. Tuve que aprender a no integrarme del todo en los círculos sociales con los que entraba en contacto, y de los que tarde o temprano tenía que desvincularme. Me fascinan los outsiders porque me siento uno de ellos.

-Asimismo, está claro que siente predilección por los personajes femeninos. ‘Disobedience’ es su tercera película consecutiva protagonizada por mujeres. Y la siguiente que va a estrenar, el ‘remake’ estadounidense de ‘Gloria’, será la cuarta.

-Crecí rodeado de mujeres fuertes, y eso me influyó. Más allá de eso, no sé explicar por qué me interesan tanto las mujeres que desafían al establishment y están dispuestas a pagar un alto precio por ser como son. Mis heroínas son mujeres que suelen estar en los márgenes de la sociedad y que en las películas acostumbran a ser meros personajes secundarios. Yo prefiero ponerlas en el centro. Me gusta verlas caer, y luego ver cómo hallan las herramientas para salir adelante.

-En el centro de ‘Disobedience’ hay una escena de sexo con Rachel Weisz y Rachel McAdams que ha dado mucho de qué hablar. ¿Qué desafíos afrontó a la hora de concebirla?

-Vivimos en una época en la que estamos sobreexpuestos al sexo y la pornografía, y eso hace que seamos más insensibles a ciertas imágenes; nada puede conmocionarnos o afectarnos. Mi duda fue: ¿cómo diseñar una escena erótica que nos permita sentir el deseo, el dolor, la urgencia, la desesperación y la conexión profunda que esas dos mujeres sienten, que a la vez es animal pero también espiritual? Decidí evitar la desnudez y, en cambio, concentrarme en sus rostros para captar lo que sienten. Así invito al espectador a implicarse de forma más activa en lo que ve.

-En los últimos dos años, ha rodado usted tres películas, ha empezado a trabajar con repartos estelares y ha ganado premios como el Oscar y el Goya. ¿Cómo lo lleva?

-Aún me cuesta creer la cantidad de puertas que me abrió Gloria (2013). Intento parpadear lo menos posible, no vaya a ser que al abrir los ojos descubra que todo ha sido un espejismo.