En su infancia, el tejano Alejandro Escovedo prefirió el rock’n’roll que le ponía su prima adolescente antes que las rancheras que les gustaban a sus padres, inmigrantes mexicanos. Ahí comenzó a fraguarse el poderoso cantautor que conocemos actualmente, de paso hoy por Zaragoza (sala Principal de Las Armas, 21.00 horas). La revista No Depression le otorgó el título de Mejor artista de los 90. Presenta su nuevo disco Burn something beautiful.

-Sus primeras señales como músico fueron en una banda punk, The Nuns.

-Una historia divertida: éramos estudiantes de cine y queríamos hacer una película sobre una banda que no sabía tocar los instrumentos. Salieron canciones y el grupo cobró forma de una manera accidental.

-¿Le atraía el punk?

-Me gustaban The Stooges, los New York Dolls y The Velvet Underground, y me di cuenta de que todo lo que había aprendido del rock’n’roll era lo que el punk trataba de resucitar. Por otra parte, a mí me gusta romper la barrera con el público y eso es algo que trajo el punk.

-Formó parte de Rank and File, una banda del Nuevo Rock Americano de los 80.

-Nos influían Johnny Cash, Waylon Jennings, el soul, Muddy Waters..., y tratamos de incluir todo eso en nuestra identidad como banda. Tony y Chip Kinman eran buenos compositores y aprendí mucho de ellos.

-¿Fue entonces cuando conoció a Peter Buck, de REM?

-Eso fue un poco más tarde, con True Believers, banda en la que estaba mi hermano Javier. Teloneamos a Los Lobos en Athens y ahí conocimos a Peter y a Michael Stipe.

-Buck da ese perfil de músico rockero de pura raza.

-Sí, es como un explorador, alguien que está siempre buscando nuevas maneras de presentar su música. Le encantan las guitarras fuertes, ruidosas, el feedback... REM tenía ese sonido hermoso y melódico. Me gusta su espíritu aventurero, como el de Scott McCaughey. Trabajar con ellos en mi nuevo disco, Burn something beautiful, ha sido estupendo. Es gente de mentalidad abierta y me gusta su sentido de la experimentación.

-¿Lo ve como un disco hecho por un equipo?

-Sí, en buena medida, más que cualquier disco mío anterior, ¡incluidos algunos que hice con bandas! Ellos son amigos y colaboran desde hace tanto tiempo que para mí son como una unidad de trabajo. Fue casi como si me integraran en su banda.

-Este trabajo refleja cosas determinantes que le han pasado últimamente: su traslado de Austin a Dallas.

-Sí, un cambio fuerte. Viví en Austin desde 1980 y esa ciudad me formó como músico. Tuve suerte: ahí había gente como Doug Sahm, Joe Ely y Townes Van Zandt, pude conocerles y trabajar con ellos. Pero la ciudad ha cambiado, está muy cara, y ahora prefiero Dallas.

-Y sobrevivió a un huracán en su luna de miel.

-Sí, en Baja California. Fue algo dramático, terrorífico. Mi esposa y yo sufrimos de síndrome postraumático y recibimos tratamiento durante un año. Pero ahora ya estamos mucho mejor.

-Así que le imaginábamos con una vida tranquila, en su madurez, y no ha sido exactamente así.

-Sí, es gracioso: la vida siempre te desafía. Justo antes del huracán, mi mujer y yo estábamos en un momento de máxima felicidad, en la mejor época de nuestras vidas, y de repente aquello lo sacudió todo. Cuando ves gente, niños o jóvenes sobre todo, diciendo que se aburren, pienso que son ellos los que son unos aburridos. ¡La vida siempre es interesante y misteriosa!

-¿De donde sale esta banda que le acompañará en Zaragoza?

-Son unos maravillosos músicos italianos. Hacen una música muy cinematográfica, influieda por Ennio Morricone. Me gusta su toque latino.