En la escena final de Las bicicletas son para el verano, el hijo le dice al padre: "Ahora ya me puedo comprar una bicicleta porque ha llegado la paz", y este le replica: "Pero es que no ha llegado la paz, ha llegado la victoria". Con esa escena, Almudena Grandes resume perfectamente cómo fue la posguerra española. Esa época en la que ha viajado en su nueva novela Las tres bodas de Manolita (tercera de la serie Episodios de una guerra interminable, editado por Tusquets). "La posguerra en España fue especialmente espantosa porque lo que se espera es que después de una guerra llegue la paz, pero "aquí, el ajuste de cuentas no se relajó nunca, duró el mismo tiempo que lo hizo la dictadura, porque, para los vencedores, había sido una guerra santa. Esa es la excepción española y, por eso, la posguerra es un período difícil de abordar", explica la escritora que ayer inauguró el ciclo Escritoras españolas, organizado por la DPZ, en un acto en la que estuvo acompañada por Julián Casanova.

Manolita Perales es la protagonista de esta nueva novela, "la superviviente más afanosa y feroz" de todos los que se ha inventado Grandes, asegura con pasión la escritora que narra con detalle todas las vicisitudes que tuvo que pasar Manolita: "Es una chica muy joven, muy desarmada, con muy mala suerte, que tiene que hacerse cargo de sus hermanos pequeños ya que su padre y madrastra son encarcelados y que, sin embargo, no solo logra llegar viva al día siguiente sino que incluso es capaz de ser feliz en condiciones prácticamente imposibles porque tiene la voluntad de hacerlo", explica Grandes antes de lanzar una frase elocuente: "La felicidad era una forma de resistir, porque, como ella dice en el libro, estar alegre y feliz era una forma de decir 'conmigo no habéis podido".

HECHOS "TENEBROSOS" En Las tres bodas de Manolita, Almudena Grandes se ha introducido en dos hechos "tenebrosos" que sucedieron en la posguerra y de los que, en cierta medida, ha nacido la novela. El primero, es como los hijos de los presos redimían, en cierta manera, las penas de sus padres. "En virtud de un decreto muy famoso, que fue el que permitió también robar niños, se transfería al Estado la tutela de los hijos de los caídos y los presos. Estos podían pedir una plaza para sus hijos en un colegio a cambio de ceder la tutela", cuenta Grandes. "Lo que le pasó a Isabel, que es la mujer que me contó la historia, es que cuando llegó al colegio de Bilbao la pusieron a planchar, lavar y tender en el negocio del colegio". Algo que era un doble negocio ya que "las monjas recibían una manutención por acogerla y, además, a ella no le pagaban nada por el trabajo que realizaba, a lo que hay que añadir un detalle muy cruel, como el jabón era muy caro, lavaban con sosa, que se comía todo, incluida la piel y la carne de sus manos. Los niños no podían volver a casa hasta que sus padres salían de la cárcel".

El otro hecho "tenebroso" que le convenció a Grandes a escribir la novela y al que debe el título, son las bodas que organizaba el capellán de la cárcel madrileña de Porlier. "Lo que hacía era vender encuentros de una hora en un cuarto a cambio de 200 pesetas, un cartón de tabaco y un kilo de pasteles. Teniendo en cuenta que 200 pesetas era más que el sueldo mensual de un obrero especializado y que el capellán celebraba cinco bodas diarias cada día de la semana, se hizo de oro", dice con amargura Almudena Grandes que vio en la historia algo "romántico y tenebroso al mismo tiempo. Por un lado, está la inmoralidad miserable de forrarse con la desesperación de la gente pero, por otro lado, la ilusión que debía suponer para un preso de llegar a casarse, de tener una hora de amor con tu novio".

LA 'FALLIDA' TRANSICIÓN ¿Por qué se desconoce todo esto? "En España, la transición se produjo en unas condiciones muy singulares porque fue algo parecido a una escena de Mary Poppins, de un un mundo de dibujos animados. Nos contaron que había que cerrar los ojos, saltar y que había que creer que esto iba a ser distinto, que había que dejar de hablar de la dictadura... Y así se logró fundar una democracia que, institucionalmente, fue un éxito; pero que es un estado que tiene una fragilidad congénita que tiene que ver con su propio pasado. Cuando las cosas se han torcido ha demostrado que muchas de las crisis de ahora mismo se originan en la transición. En que en aquella época no hubo ninguna ruptura en ningún caso, el poder económico es el mismo, el judicial... En ese diseño de país, el relato de las miserias de la dictadura no tiene ningún hueco. La memoria no tiene que ver con el pasado, sino con el presente y con el futuro, con el modelo de país en el que queremos vivir, con la integridad moral y con el perfil ético del país en el que vivimos y España tiene esa asignatura pendiente".

Algo que, según la escritora, se ve, por ejemplo, con la fallida ley de la memoria histórica: "Ese es un ejemplo muy claro de hasta qué punto se han desquiciado las cosas en España. Es algo extremadamente cruel. No entiendo qué puede hacer que una persona se oponga a que un señor excave en una cuneta para coger a su abuelo y lo entierre en un cementerio. Es una cuestión de derechos humanos, no es política, ni historia, ni ideología... ¿Qué mecanismos laten en el fondo de muchos conservadores que le llevan a vivir como una agresión esto? Este país está enfermo", concluye Grandes que, sin embargo, es optimista ya que "se impondrá la ley de la gravedad, el peso acaba haciendo caer las cosas por mucho que se tire para arriba. Solo se tiene que legislar con sentido común y pensando en las familias. Esa es la solución".