En todas las entrevistas que ha concedido desde que hace un par de años apareció en el mercado anglosajón su octava novela, Moonglow, el estadounidense Michael Chabon ha sido preguntado insistentemente sobre los vínculos entre la ficción y la no ficción, sobre las fronteras que dividen ambos géneros, el grosor de esas fronteras y las puertas que las atraviesan, si es que existen. Obviamente que existen, dice el autor de Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay, Premio Pulitzer del 2001. Moonglow (editada en España por Catedral) es la prueba, una novela que su autor define como «una memoria ficticia», un relato que debe ser leído en clave de ficción aunque algunos elementos de la narración llamen a error -llamen deliberadamente a error-: que el narrador responda al nombre de Mike Chabon, por ejemplo, o que en la primera página escriba: «A la hora de preparar estas memorias...»; o que en esa misma página reproduzca un anuncio -auténtico- de la Chabon Scientific Co., una empresa de cohetes que será parte central del relato. Es un juego. Gente que ha leído Moonglow en clave de no ficción se ha sentido defraudada al enterarse de que todo es inventado. Como si la ficción desmereciera.

-¿Cree que la ficción ha perdido valor?

-No, no siento realmente que la ficción esté perdiendo valor. Pero me irrita personalmente el valor agregado que la gente -los lectores, los editores- están dispuestos a dar a un trabajo cuando se promociona como “no ficción”. Lo que me molesta e incluso me enoja es el inmerecido valor que se otorga a algo que es supuestamente un trabajo de no ficción o unas memorias, solo por el hecho de serlo.

-¿Supuestamente?

-Claro, porque después de pensar en ello debemos ser capaces de reconocer que unas memorias son en cierto modo ficción. Lo que me gusta de la novela es que es un trabajo de ficción abierta y honestamente engañoso. En cambio, las memorias son con mucha frecuencia deshonestas con respecto a su estatus de ficción. Con frecuencia, no siempre.

-En España está de moda la literatura del yo. La no ficción. ¿Cree que hay una corriente que arrastra la literatura en esa dirección?

-Es complicado. Lo que me preocupa... Hay mentiras honestas y mentiras deshonestas. Hay mentiras que son honestas porque declaran abiertamente su estatus de mentiras, y hay mentiras que se disfrazan y decepcionan. Las del primer tipo son arte. Las del segundo tipo, maldad.

-¿Esa es la diferencia entre novela y memorias?

-Cuando pienso en las diferencias entre una novela y unas memorias pienso en lo que hace un mago en el escenario. Cuando vas a ver a un mago estás dispuesto a ser engañado, sabes que un ramo de flores no se puede transformar en un conejo, sabes que te están engañando y quieres que te engañen, das tu consentimiento para ser engañado. Ahí radica su belleza. Y eso solo ocurre con la novela. Para mí, las memorias solo consiguen su máximo poder en la medida en que están dispuestas a reconocer su parte de ficción.

-García Márquez dijo que la vida no es lo que uno vive, sino lo que uno recuerda. Me parece pertinente con respecto a este tema.

-Estoy 100% de acuerdo. La memoria es una herramienta de la imaginación, un instrumento para hacer ficción. Una herramienta en la que no podemos confiar. Porque cuando escribes unas memorias, cuando miras atrás y ves la vida que has vivido, lo que haces es buscar patrones: ¿Cuándo empezó todo? ¿Cuándo empezó a ir todo mal? ¿Cuándo me di cuenta de que iba a ser escritor? Puede ser un auténtico intento de ver un patrón, un patrón auténtico, pero eso no existe, el patrón es algo que la inteligencia humana impone sobre el caos del universo. El simple hecho de ver un patrón en nuestra experiencia es un acto de ficción.

-De patrones está hecha la literatura, ¿no? Hay que explicar el caos.

-Estoy de acuerdo. Tenemos esa habilidad y eso es el arte, eso es la literatura, y es lo que la hace hermosa. Hallar patrones es una de las cosas en que los seres humanos somos maestros. Somos demasiado buenos en ello y podemos encontrar señales donde no hay señales, encontrar patrones donde no hay patrones. Podemos ver el rostro de Jesús o de la virgen María en una tortilla, tenemos esa habilidad.

-Por mucho que no sean unas memorias en el sentido estricto, imagino que Moonglow habla de usted. Toda novela está basada en cosas personales, ¿no?

-Es verdad. Moonglow es una novela como cualquier otra y todas mis novelas en mayor o menor grado están basadas en mi experiencia de vida, en mi memoria, en cosas que me ocurrieron o que me contaron, cosas que le pasaron a mi familia o que he leído. Pero Moonglow está lejos de ser mi novela más autobiográfica, y al igual que en las otras, la inmensa mayoría de lo que aparece en ella es ficción, son cosas que me he inventado. El abuelo de la novela no es mi abuelo, tiene algún parecido pero no es mi abuelo, y la abuela de la novela no tiene nada que ver con mi verdadera abuela. Así que Moonglow es una novela básicamente como todas mis otras novelas, autobiográfica pero solo hasta cierto punto.

-Dijo en una entrevista que por primera vez escribió por fuera de un orden cronológico.

-Eso tiene que ver con la premisa fundamental de la novela, esa situación en la que está este hombre mayor, el abuelo, muriendo, con muchos dolores. Las medicinas activan su memoria y le sueltan la lengua y dice cosas que no había dicho antes. Eso, por cierto, sí ocurrió, tuve esa experiencia con mi abuelo, aunque mi abuelo era un hombre muy diferente, y las historias que oí de mi verdadero abuelo eran muy diferentes.

-La carga autobiográfica.

-Se podría decir así. Pues una vez que tuve clara esa premisa básica tuve también la estructura no cronológica inherente, porque cuando mi abuelo me hablaba mientras moría su memoria daba saltos, y me contaba algo de cuando era un niño, y luego algo de cuando mi madre era niña, y luego algo de cuando yo era niño, y luego algo de cuando él era joven, así que su memoria iba y venía a lo largo del tiempo. En cuanto decidí que esa sería la estructura de Moonglow me encontré con que era un auténtico regalo.

-¿Por qué?

-Porque me permitía, cuando estaba bloqueado, por ejemplo en alguna escena de la guerra, y no sabía hacia dónde iba o qué iba a pasar a continuación, me permitía simplemente saltar a otra parte de la historia, y entonces me ponía a escribir sobre Florida o sobre su infancia. Nunca había podido hacer eso antes, siempre he sido un contador de historias muy lineal, comienzo por el principio, llego a la mitad y salgo por el final. Eso hizo que escribir este libro fuera más fácil.

-Encontré milagrosa la historia sobre el anuncio de la Chabon Scientific Co. Increíble.

-Yo también lo encuentro milagroso e increíble. El libro salió hace ya dos años y aún no sé cuál es la verdad. Descubrí el anuncio por azar hace muchos años, en Ebay, de hecho. Todos los que llevamos el apellido Chabon en EEUU estamos de algún modo relacionados, hubo dos hermanos que vinieron del antiguo imperio húngaro, uno de ellos era mi bisabuelo y el otro mi tío bisabuelo, pero no sé nada más de ellos, no sé nada más de la compañía. Pero sé que existió. Hice la correspondiente investigación sobre la compañía pero no encontré nada, así que decidí inventar la historia.

-Para terminar, quisiera hablar de ese pie de página sobre las marionetas del abuelo. El narrador escribe que oye sus voces cuando está solo y concentrado, salvo cuando escribe, porque cuando escribe oye otra voz. ¿Qué querría decir, si usted fuera el narrador? ¿Es usted hablando consigo mismo? ¿Es así como llama a la inspiración? ¿Es un pequeño enano que le dicta las frases?

-Mire, cuando trabajo y el trabajo va bien no tengo la menor idea de dónde vienen las palabras, pero vienen de alguna parte, y realmente tengo la sensación de que alguien me las dicta. No soy una persona mística, estoy convencido de que cualquiera que sea este fenómeno tiene que ver con el funcionamiento de mi cerebro, pero en mi experiencia personal todo esto tiene unas características casi sobrenaturales. Me siento, me pongo a teclear y no tengo la menor idea de cómo o por qué las palabras toman vida.

-Suena como algo sobrenatural, efectivamente.

-No es necesariamente que oiga una pequeña voz, pero, y no estoy usando una metáfora, mientras leo lo que escribo oigo una voz que está pronunciando las palabras a medida que las leo. Mis experiencias de lector y de escritor son muy similares, y de hecho lo que hago mientras escribo es leer con los dedos. Hay una voz que habla y yo voy escribiendo las palabras que pronuncia.