Esta tarde, a las 18:30 horas, en el Hotel Reino de Aragón, Miguel Ríos presenta sus memorias 'Cosas que siempre quise contarte', dentro del ciclo 'charlas con valor'.

--Lo primero que sorprende de su libro es que más que unas memorias es una novela, ¿pretendía hacerlo así?

--Quería contar mi vida de una forma que fuera amena, más teniendo en cuenta que la comparaba con la que había tenido que ser si me hubiera quedado en Granada... Y mis historias son un poco novelescas, he tenido una vida con un poco de entretenimiento.

--Yo diría que mucho...

--Coincidir con el nacimiento del rock es algo muy importante en la vida de un chaval de 18 años. Y hablo del rock más allá del concepto musical, como una forma de expresión, de entender la vida, un grado de excitación...

--Sexo, drogas y rock and roll.

--Al principio de los tiempos, coqueteé con las drogas... En realidad, tenía esperanzas fundadas en acceder a esas tres cosas, era como un caramelo... Y la verdad es que fue llegar y besar el santo, fue todo muy rápido. Había que tener cuidado porque cualquiera de estos tres accidentes podían acabar teniendo peligrosidad física (ríe).

--La droga precisamente le llevó a pisar la cárcel...

--Fue una de las vivencias más dramáticas de mi existencia, el lado más chungo que pude vivir de todo lo que me ha pasado, pero el sabor del éxito lo compensa con creces.

--¿Son estas memorias una manera de sanar estas malas experiencias?

--Yo fui educado en un estricto sistema de culpas que ningún psicólogo ha logrado borrar. Estas memorias sirven para limarlas porque escribir te libera.

--Recuerda que el ministro Fraga se fue de uno de sus conciertos y le entró miedo por las consecuencias, ¿no exagera?

--Parece algo de un tiempo muy remoto, pero solo es del siglo pasado. Es algo muy medieval, pero los gobernadores civiles te podían detener por desacato. Entonces que un ministro se fuera de tu concierto por lo que cantabas... Era un mundo muy siniestro, pero como era tan cotidiano todo lo que pasaba, parecía que aliviaba la carga. El sol siempre brilla en las situaciones dramáticas.

--Y tantos años después, ¿qué piensa de la situación actual?

--Me da mucha rabia. Tengo la sensación de que hay que volver a empezar, que hay que reconquistar cosas que ya habían sido conquistadas. Hablo del estado del bienestar.

--En su carrera ha abrazado proyectos políticos que luego le han decepcionado...

--Es como la religión o las organizaciones benéficas que acaban jodiéndolas los dirigentes siniestros.

--Con Zaragoza siempre ha tenido una relación especial. Aquí empezó a tocar en estadios...

--(Interrumpe). Mucho antes. Ir a tocar a Zaragoza siempre era cojonudo porque era hacerlo en primera división, era una ciudad muy moderna en la que se podía cantar rock sin que te plantaran miradas cruzadas. A veces tocábamos en pueblos en los que teníamos peligro físico por si la chica de alguien del público gritaba demasiado...

--Me refería a que aquí descubrió lo que era llenar grandes estadios de fútbol con El rock de una noche de verano. Fue un precursor en España.

--Con la gira de Rock & Ríos se me ocurrió lo de los campos de fútbol porque vi que había potencial. Veníamos de tocar en sitios con capacidad para 2.000 o 3.000 personas en los que, por incompetencia de los empresarios de la gira, entraban muchísimas más con riesgo para la seguridad, incluso. La gente tenía esa necesidad de salir a la calle y vivir la experiencia colectiva y hermanadora que era el rock. Era un tiempo nuevo en el que la gente se abrazaba con desconocidos. Tuve la suerte de tener un patrocinador potente y que Sáinz de Varanda era muy amigo mío y nos dejó La Romareda para ensayar e iniciar la gira.

--¿De verdad que no quería incluir Santa Lucía en su Rocanroll bumerang?

--Uno siempre cree que está al día y, en realidad, está despistado. Yo estaba muy timorato porque sabía que mis detractores me criticaban siempre que cantaba una balada. Y creía que si metíamos Santa Lucía me iban a encasillar al nivel de Camilo Sesto y yo quería ser un roquero duro. De hecho, en este disco, Santa Lucía convive con el heavy. Menos mal que me llamaron al orden y no cometí el error garrafal de no cantarla porque si no, probablemente, tú y yo no estaríamos hablando ahora.

--Sin embargo, su carrera también incluye el Himno a la alegría...

--Pero aquella era una época de subsistencia, cantaba para alimentarme. Es distinto que con Santa Lucía. Yo el Himno a la alegría lo canté como una canción más, sin saber casi ni quién era Beethoven...

--¿Se ha sentido injustamente tratado por la crítica?

--La crítica musical siempre ha tenido la vocación de ser más estrella que el propio músico o cantante.