La llegada del ferrocarril a Zaragoza a mediados del siglo XIX, convirtió al barrio del Arrabal --donde se instaló la Estación del Norte, que sería la principal de la ciudad-- en un importante foco industrial. De esta primera etapa de prosperidad se conservaban hasta hace poco tiempo una serie de edificaciones emblemáticas que ya han desaparecido o han sido transformadas de una forma radical. Sin embargo, ahora, los zaragozanos pueden rememorar este paisaje fabril de la margen izquierda gracias al objetivo del fotógrafo Andrés Ferrer, que atrapó entre 1994 y 1999 los últimos días de tres símbolos de aquella arquitectura ya hoy desaparecida --la Azucarera de Aragón, la Harinera Solans y la empresa Maquinista y Fundiciones del Ebro-- y lo muestra en la exposición Historia ausente , que desde ayer y hasta el 30 de noviembre puede verse en la capilla de San Martín del Palacio de la Aljafería.

"Los fotógrafos tenemos un compromiso con la historia", asegura Andrés Ferrer, para quien, en este caso, "era una obligación reflejar esta parte de nuestro pasado, pues se sabía que eran edificios que iban a desaparecer". De ahí que durante los años mencionados, y gracias a la proximidad de su estudio a la zona, Ferrer dedicó su tiempo y su sabiduría a tomar instantáneas en distintos momentos del día, tanto del exterior de los edificios como de un interior en el que todavía permanecían enseres y maquinarias de las fábricas. Así, pueden verse las taquillas de los obreros vacías, moldes de madera de las piezas que se construían en la Maquinista para las presas de los embalses, objetos cubiertos de hierba, pabellones destartalados... "Quería reflejar el espíritu de abandono", explica Ferrer.

Algo que logra de una forma tan tajante como poética, ya que, como él apunta "son lugares obsoletos, vacíos y cargados de una gran calma, que transmiten la sensación de tranquilidad permanente y de paz, porque no hay nadie que moleste la visión".

Asegura también Andrés Ferrer que la demolición de los tres edificios --tan sólo queda parte de la Azucarera, con sus dos chimeneas; el vestíbulo de la Estación del Norte, hoy rehabilitado, que se encontraba en la zona y se plasma en alguna de las imágenes, y una zona de Maquinista y Fundiciones del Ebro, que se va a convertir en apartamentos--, "me causó una tristeza tremenda, sobre todo de la Maquinista, que era mi favorito, pues era el que permitía más posibilidades plásticas".

Por eso, este artista que se define como "un enamorado de las ruinas y de la estética de la decadencia", reivindica la necesidad de conservar el patrimonio y considera su exposición como una denuncia ante quienes pudieron evitar el abandono y destrucción de estos edificios.