Miles de manos se levantan hacia el cielo. Se escuchan las palabras del emperador negro: "Oh yes, oh yes. Carl Cox ya está aquí". Y las miradas se clavan en el jefe más longevo de la electrónica, capaz de llenar el solito el escenario del Burn Open Air. Y eso que eran las siete de la tarde. Monegros desert, que comenzó ayer a las 16.00 horas, es un festival corporativista. Si alguien ha pisoteado este trozo de desierto; si se ha derretido alguna vez sobre el sol abrasador, si ha masticado piedras, hiptonizado con las proyecciones cibernéticas de las enormes pantallas. Si alguien ha hecho alguna de estas cosas en una de las 20 ocasiones que Monegros se ha celebrado, entonces es uno de ellos. Es un monegrino.

Anochecía en Fraga cuando varias decenas de miles de personas vivían su propia experiencia. La previsión, aún por confirmar al cierre de esta edición, era rondar las 40.000 entradas vendidas, una cifra de la que no baja este fiestorro. Si la tarde fue tibia y nublada, el viento se anunciaba como protagonista de la noche. De hecho, ya lo fue en la jornada del viernes, dificultando las últimas tareas de producción de este mastodóntico evento que necesita de 600 personas trabajando para tenerlo todo a punto. Pero Monegros se ha hecho mayor y salvo aquello que pueda considerarse incontrolable, la sensación que ofrece es que la organización ya peina canas y las cosas salen rodadas.

Mucha gente, sí, pero mucho espacio para evitar agobios. En los últimos años se ha reducido a tres el número de escenarios (se llegaron a instalar ocho en su momento), lo que también significa que el cartel ha menguado el número de artistas, no así en calidad. Y seamos sinceros, para muchos, los disjockeys y músicos pasan a segundo plano. Monegros tiene como uno de sus principales atractivos que no hay en el continente una juerga de mayor calibre.

INCONDICIONALES Las cajas acústicas, de parte technopistero, house, hip hop, o dubstep. Si Carl Cox fue el primero en arrancar rugidos de la muchedumbre, no le andó a la zaga el impacto de los raperos Dope Dob ante un publico de zapatillas altas y camisetas de los Lakers. Y en el Row, Jamie Jones arengaba a sus incondicionales.

Sí, Monegros se ha hecho mayor, pero no su público, que se regenera como las sargantanas de la estepa. Dave Clark volvió a romper moldes; Steve Aoki incluso trajo su camión ibicicenco; Y Skrillex ya disfrutaba esperando su turno en bambalinas. Por delante, una madrugada y un amanecer repleto de nombres de talla mundial: Misstress Barbara (en su regreso a Monegros), Loco Dice, Asap Rocky y así hasta cuarenta artistas. El festival tenía una duración prevista de 20 horas, dos menos que el año pasado; y los hubo que se quejaron. No les parecía suficiente.