No vino el Espíritu Santo al concierto del ciclo De la Raíz, el sábado en Delicias. Así que no podemos hablar del misterio de la Trinidad. Sólo estuvieron el padre y el hijo, y ahí no hay misterio alguno: solo talento, que es algo mucho más tangible. También hubo ciencia: células madre y esas cosas. Pero, como en Bienvenido Mr. Marshall, lo escrito merece una explicación, y la voy a dar. El padre y el hijo son Javier y Mario Mas, respectivamente. Javier no requiere mucha presentación, pues quien más quien menos sabe que es un mago de las cuerdas con dilatada carrera, y quien más quien menos sabe que el mismísimo Leonard Cohen requirió sus servicios. Mario tal vez necesite algo más de literatura, pero acortaremos el discurso anotando que, además de su trabajo en solitario, acompaña o ha acompañado a Paco Ibáñez, Silvia Pérez Cruz, Raúl Rodríguez… De tal padre tal astilla, vaya.

Javier (guitarra, bandurria, laúd, archilaúd y lo que se tercie) es un intérprete tan singular como preciso y vibrante, que lleva el Mediterráneo en las venas; Mario (guitarras), de ejecución segura y rotunda, tiene un deje más flamenco, lo que no le impide abordar otro tipo de cadencias. El sábado, juntos y revueltos ofrecieron un concierto fascinante. Mario, como buen biólogo, relacionó las células madre, esa materia prima del cuerpo, con el origen de algunos toques, no pudimos evitar el chiste: junto a las células madre estaba la gran célula padre. Miel sobre hojuelas.

Piezas de ambos músicos conformaron un repertorio que se abrió con Sortilegio, una vieja composición de Javier, y se cerró por sevillanas. En medio, soleá; jota; alegrías; tributos a Manuel Montoya, Miguel Borrull y Falla; un recuerdo a la música andalusí y a Ziryab, el músico que trajo de Bagdad los ritmos árabes, enlazado con una seguiriya (Javier puso aires de psicodelia con la técnica del slide), y Suspiro (otra creación de Mas padre que fue escrita para Morente).

Un programa espléndido, en definitiva, ejecutado por dos músicos de altura, para deleite y gozo del espectador, y prestigio de un ciclo de conciertos que no conviene perderse. Por cierto: no vimos por la sala a quienes tanto reivindican el talento local (recordemos que Javier es zaragozano).

La velada la abrió otro talentoso dúo de la tierra: Vegetal Jam (el acordeonista David Aznar y el violinista y chelista Miguel Guallar), o lo que es lo mismo: la reformulación del folclore sin que este pierda su esencia. Vegetal Jam se pasa con solvencia por músicas de la geografía española y de otras latitudes, creando un personal, casi imaginario y espléndido mapa sonoro. Una rica mermelada elaborada con primor con raíces y puntas.