La hoy pobre industria cinematográfica surgida en la Ciudad Condal tuvo un momento de esplendor en los años 50 y 60, cuando se realizaron numerosas películas de género y emergieron una serie de cineastas convencidos de que el modelo de cine popular hollywoodiense era perfectamente exportable al ámbito propio. José Antonio de la Loma capitaneó, junto a Ignacio F. Iquino y Antonio Isasi Isasmendi aquella insurrección del género popular.

De la Loma, fallecido el pasado martes a los 80 años, se fogueó en películas de aventuras, spaghetti westerns, relatos de espionaje y filmes policiacos varios. Alcanzó la independencia como director a finales de los 60, hizo cine de acción sin aditivos en los primeros 70 y logró sus mayores éxitos con el ciclo de filmes en torno a figuras marginales como El Torete y El Vaquilla, iniciado en 1976 con Perros callejeros.

Barcelonés de nacimiento, escritor antes que cineasta, firmó la novela de corte neorrealista Sin la sonrisa de Dios, en la que ya retrataba los ambientes conflictivos que años después trasladaría a la pantalla con una mezcla de documento social y cine de consumo. Iquino lo reclutó como guionista de su productora Emisora Film, en 1953.

La influencia del director de Brigada criminal sería notoria, ya que De la Loma escribió varias películas de género, especialmente historias policiacas centradas en los esfuerzos de abnegados agentes de policía --caso de Los agentes del quinto grupo (1954), realizada por Ricardo Gascón--, antes de pasar a la dirección con Las manos sucias (1956), un aceptable melodrama criminal.

En la filmografía de De la Loma en los años 60 se alternan las realizaciones con los guiones para otros directores. Entre las primeras hay un poco de todo: comedia con Totó de Arabia (1964), espionaje de vocación pop e internacional con Misión en Ginebra (1967) y El magnífico Tony Carrera (1968) o western patrio con El más fabuloso golpe del far west (1970). Lo mismo para su cometido como guionista: La ruta de los narcóticos (1965), de Josep Maria Forn, y Los pistoleros de Arizona (1966), de Alfonso Balcázar, son buenos ejemplos.

Lo más mimético de De la Loma en relación al cine norteamericano de acción llegaría con Razzia (1972) y Metralleta Stein (1974), ambas interpretadas por John Saxon. Son productos de su época, y por esta misma razón las posteriores incursiones del realizador pasarían con más pena que gloria, caso de las películas Jugando con la muerte (1982) o Goma-2 (1984).

El ciclo callejero le convirtió en un moralista de la delincuencia juvenil. Explotó las andanzas semidocumentales de los delincuentes juveniles todo lo que pudo: Perros callejeros, Perros callejeros II (1979), Los últimos golpes de El Torete (1980), Perras callejeras (1984) y Yo, el Vaquilla (1985). Diez años más tarde, el director volvió a la carga sobre el tema con Tres días de libertad que en cierta forma recreaba la trayectoria de El Vaquilla. Esa no fue no sólo su última incursión en el género. También cerró su filmografía.