El escritor norteamericano Denis Johnson, consagrado en el año 2007 con el National Book Award por la monumental novela sobre la guerra del Vietnam Árbol de humo, falleció el pasado jueves a los 67 años. Johnson, residente en Idaho y alérgico a toda exposición pública, había definido su obra como «un zoo de palabras salvajes».

Nacido en Múnich en 1949, hijo de un diplomático estadounidense relacionado con la CIA, su infancia transcurrió en Tokyo, Manila y Washington DC. Alumno de escritura creativa de Raymond Carver en la Universidad de Iowa, Johnson publicó su primera novela, Ángeles derrotados, en 1983, pero tuvo su primer gran éxito con el magnífico Hijo de Jesús (1992), que reúne 11 cuentos en torno a adictos de las drogas en áreas rurales de EEUU (dijo haberse inspirado en Caballería roja de Isaac Babel) que fueron adaptados en 1999 a la gran pantalla, con Billy Crudup en el papel protagonista. Pese a sus declaraciones, la principal fuente del autor fueron sus propios recuerdos de sus largos años de dependencia del alcohol y otras drogas.

Las 600 páginas de Árbol de humo, que muchos consideran la ficción definitiva sobre el conflicto, fueron gestadas durante más de una década, giraban en torno a numerosos personajes torturados: en una posición central, el coronel de la CIA Francis Sands, el único de quien no ofrece su voz, pero también su sobrino y aspirante a espía y traficante Skip, soldados o marineros rasos como Bill Houston, uno de los personajes de Ángeles derrotados y su hermano James, militares vietnamitas de ambos bandos y una misionera protestante viuda. Ninguno de ellos escapaba a la confusión de esa guerra incomprensible, desarrollada en la novela desde 1963 a 1983.

‘SUEÑO DE TRENES’ / Sus dos últimos libro traducidos al español fueron, en el 2016, Los monstruos que ríen, que el propio autor definió como un thriller literario situado en Uganda, Sierra Leona y el Congo en el que intentó emular el universo de Graham Greene, y Sueño de trenes (2015), a la que en su crítica en este diario Sergi Sánchez calificó como «una Gran Novela Americanaa concentrada en 137 páginas», «tan sencilla en su diseño como monumental en su belleza, que concentra las ambiciones históricas, sociales, antropológicas y artísticas de esa obra maestra de dimensiones faraónicas que gran parte de la literatura norteamericana ha buscado desde que el mundo es mundo».

De las páginas finales de esta novela tan breve como intensa, el crítico destacaba que en ellas Johnson demostraba que la literatura puede hacernos comprender «que toda vida siempre deja huella si alguien sabe contarla».