La editora Inge Feltrinelli, la última de los grandes editores europeos de los años 50 y 60, ha fallecido la noche del martes a los 87 años dejando ya para la historia la energía con la que levantó el emporio editorial tras la trágica muerte de su marido, Giangiacomo Feltrinelli, el intelectual comprometido que se atrevió a mostrar y publicar en Occidente 'Doctor Zhivago', la censurada novela de Boris Pasternak. Cuando heredó el sello en 1972, ella se encargó no solo de sanear un negocio ruinoso sino que lo convirtió en una empresa moderna y disciplinada para legarla a su hijo, Carlo, hoy responsable de la casa editora.

La alemana Inge Schoenthal conoció a su marido en 1958 cuando ella era una cotizada fotógrafa de los grandes rostros de la cultura del momento como Picasso, Hemingway, Gary Cooper o Greta Garbo. Con la misma fuerza con la que abordaba su trabajo fotográfico se lanzó a la edición manejando la empresa en una mezcla de férrea organización teutónica y festivo caos mediterráneo. Sus fiestas en Villadeati, la mansión familiar, se hicieron legendarias , y en ese lugar los gigantes de la edición mundial le rendían vasallaje, dedicados al alcohol y la felicidad, como rezaba un lema que ella tenía a la vista en su despacho. En esas la conoció su buen amigo Jorge Herralde y la confianza de entre ambos acabó fraguando la venta del sello Anagrama al grupo italiano.

Del nazismo a la 'dolce vita'

Pese a sus glorias, la vida de Feltrinelli también pasó por momentos muy difíciles. Nació en 1930 en Gotinga hija de padre judío y madre gentil y el nazismo obligó a los padres a separarse mientras la niña quedaba al cuidado de un oficial de la caballería alemana. Tras sobrevivir a la guerra y la miseria consiguió llegar a Estados Unidos, donde su padre se niega a prestarle apoyo. La explosiva Inge, sin embargo, tenía arrestos suficientes como para buscarse la vida ella sola.

El matrimonio también tuvo sus desdichas. Giangiacomo era el editor de moda, un millonario comunista, reconvertido en terrorista, al que un mal le estalló la bomba que estaba manipulando. Inge no compartía las ideas de su marido y jamás le encontró sentido a este episodio. La editora que llevó a su catálogo a autores de la talla de Günter Gras, Nadine Gordimer o Gabriel García Márquez, solía decir que no se dedicaba a este oficio "para hacer dinero, sino para hacer circular las ideas".