No existe mejor educador que el aburrimiento. Gracias a él me convertí a la literatura, solía revelar Marc Fumaroli, el más grande crítico, ensayista e historiador de la literatura del ámbito francés que este miércoles ha muerto en París a los 88 años. En esa fórmula, la del aburrimiento aparejada a la curiosidad, cifraba la semilla de una cultura, que en su caso hundía sus raíces en el siglo de las luces y la 'Enciclopedia' y que ya poco tenía que ver con la cultura actual, a la que calificaba de mercantilista y simplificada.

Por el contrario, frente a todas sus invectivas contra los planes oficiales de estudio -todos los ministros de Cultura y Educación le temían, y ni siquiera André Malraux se libró de sus críticas-, se le podía acusar de formar parte de una cultura elitista, de un academicismo marmóreo. Fumaroli era partidario de una protección estatal y jacobina de la cultura, apoyando tan solo lo que él consideraba lo mejor, algo bien difícil de establecer. Pero nadie le discutía la corona de apasionado mandarín de las letras francesas.

Miembro de la Academia Francesa y profesor del College de France, Fumaroli fue autor del imprescindible ensayo La república de las letras (Acantilado) en el que sostenía que las artes y la retórica, compartidas por una comunidad de intelectuales, dieron como fruto un civismo ilustrado que fue crucial en la formación de Europa. Un libro que también ofrecía luz sobre la pérdida de peso cultural francesa.

OPONENTE DE LA NUEVA CRÍTICA

Nacido en Marsella en 1932, creció en Fez, Marruecos, hijo de un funcionario de origen corso y una profesora que le inculcó el amor a los libros. Trasladado de la Universidad de Aix en Provence a la Sorbona parisina, donde realizó su doctorado, pronto se reveló como un claro oponente de la nueva crítica que tenía al estructuralista Roland Barthes como punta de lanza. En su formación hubo un paréntesis bélico cuando se incorporó al ejército durante el conflicto argelino. Movilizado en tareas de formación, su gran recuerdo de aquellos días es que pudo leerse a Balzac al completo.

Profesor visitante en Princeton, Oxford y Chicago, reconocido especialista en Corneille y La Fontaine, a Fumaroli le unió una gran amistad con el desaparecido editor Jaume Vallcorba, quien en su sello Acantilado le publicó sus obras más significativas, como 'El estado cultural', 'Las abejas y las arañas', 'París-Nueva York-París', 'La diplomacia del ingenio' y 'Cuando Europa hablaba francés', así como las ediciones de 'Carta a su hijo' de Lord Chesterfield y 'Amor y vejez 'de Chateubriand. Dos de los grandes éxitos de Vallcorba, las cuidadas ediciones de 'El manuscrito encontrado en Zaragoza', de Jan Potocki, y las 'Memorias de Ultratumba', de Chateubriand, fueron prologadas por él.