El dramaturgo y director teatral Salvador Távora murió en la la madrugada del viernes en la Clínica Fátima de Sevilla a los 88 años. Luchaba contra el cáncer desde hacía años. Será enterrado en el Cementerio de San Fernando.

El teatro español se queda huérfano de una gran figura, alma de La Cuadra de Sevilla, cuyos montajes impactaron tanto dentro como fuera de España. Su lenguaje universal fiel a sus raíces andaluzas y a sus ideas liberales siempre se alejó de tópicos. Apostó por un teatro comprometido y en constante evolución. Basta ver el camino recorrido entre el grito por la libertad de Quejío, su primer y rompedor montaje realizado con elementos tan básicos como cuerdas, un bidón metálico y piedras, y su impresionante versión flamenca de la ópera Carmen.

Un andaluz trágico / «Yo soy un andaluz trágico, casi un andaluz, como decía Lorca, de la vida y de la pena», aseguró cuando le concedieron el Premio Max honorífico. Criado en el humilde barrio del Cerro del Águila de Sevilla, Távora entró a trabajar en una fábrica de hilaturas con 14 años, algo que le marcó. Sus obras, realizadas desde la máxima libertad y honestidad, denunciaban la injusticia social. Dotó sus espectáculos de verdad, profundidad y poesía. La historia, la literatura, la lucha obrera y sus primeras pasiones, la tauromaquia y el flamenco, alimentaban su trabajo. Távora no cejó en sus intentos de transformar el mundo con la cultura. Al final de su carrera puso en marcha Távora Teatro Abierto, una sala en régimen de cooperativa en el extrarradio de Sevilla, en el mismo polígono industrial donde trabajó siendo adolescente.

El sur y los cantes que mamó desde pequeño impregnaron sus creaciones, desde su primer y rompedor Quejío (1972) al último, Memorias de un caballo andaluz (2013). Cantaor -grabó varios discos- y torero, Távora se acercó al teatro con total libertad. Prefería la acción al discurso, la palabra cantada. Comunicaba a través de emociones, sonidos e imágenes. «Era uno de nuestros referentes. En sus espectáculos solía incorporar máquinas, algo que nos fascinaba», señaló Carles Padrissa, miembro de La Fura dels Baus.

Impresionante trayectoria / Entre sus obras figuran piezas como Herrramientas (1977), Andalucía amarga (1979), Nanas de espinas (1982) creada a partir de textos de García Lorca y Piel de toro (1985).

Adaptó Las Bacantes (1987) de Eurípides y Crónica de una muerte anunciada de García Márquez. Esta última se convirtió en un canto a favor de la gente del sur tanto de América como de Europa. Su siguiente espectáculo fue una reflexión sobre su tierra: Alhucema (Aires de historia andaluza). Después vendrían su incursión en el mundo de uno de los genios del siglo XX, Picasso andaluz o la muerte del minotauro (1992), y su impresionante Carmen. Ópera flamenca de cornetas y tambores, que viajó por el mundo entero.

Su lenguaje atrajo pronto la atención internacional. Távora acostumbraba a realizar grandes giras con sus espectáculos por todo el mundo, especialmente con Carmen, uno de los más solicitados. En Don Juan en los ruedos (2001), polémico en Catalunya donde se habían prohibido las corridas, optó para su presentación en Peralada por utilizar actores en lugar de animales como se hizo en el resto de España donde el montaje se vio al completo, con 12 caballos y la actuación del torero Javier Conde y del rejoneador Ángel Peralta.