En los orígenes de las modernas músicas africanas, y de las fusiones con el pop y otros géneros del Primer Mundo, está el afrobeat, y ahí, marcando el paso e insuflando energía y creatividad, figuraba Tony Allen, inventor de este estilo exuberante y agitador junto a su colega Fela Kuti, con quien compartió filas durante 15 años. El que, según Brian Eno, era el mejor batería del mundo, nos dejó este jueves, a los 79 años, en el hospital Georges Pompidou, de París, víctima de un aneurisma aórtico abdominal.

Músico hecho a sí mismo, sin educación académica, Allen (nació el 12 de agosto de 1940 en la capital de Nigeria, Lagos) creció atento al género popular jùjú, al jazz y a la música highlife surgida en su país vía Ghana y que mezclaba influencias autóctonas con ritmos e instrumentaciones occidentales. En esa esfera se movía Fela Anikulapo Kuti, dos años mayor, que quedó asombrado con sus capacidades con todas esas músicas y lo integró, en 1964, en su banda Koola Lobitos, que dirigía tocando saxos y teclados. Los más altos referentes de Allen en las percusiones procedían del jazz: talentos como Gene Krupa, Art Blakey, Elvin Jones y Max Roach.

Exuberantes polirritmos

Cinco años más tarde, Koola Lobitos se transformó en Fela Kuti & Africa 70, enfatizando su compromiso social y político (defensa de las libertades y del orgullo africano, denuncia de la corrupción), y sentando las bases de una música nueva, el afrobeat, dinámica y arrolladora, caracterizada por los cantos de llamada y respuesta con el coro femenino y la poderosa sección de metales. Amalgama promiscua, que tomó ideas de los ritmos latinos y tropicales (salsa, calypso), del funk, el jazz y la música yoruba, a la que Tony Allen, nombrado director musical de la banda, imprimió un sello percusivo inédito, altamente enérgico, partiendo de los polirritmos africanos. Una muestra es la pieza Roforofo fight, del álbum del mismo título (1972), que Fela Kuti registró bajo el influjo de los panteras negras, dando cuerpo a un mensaje africanista que incluía el uso de un inglés criollo internacional, para ser comprendido en diferentes países del continente.

Tony Allen secundó con reservas ese compromiso político del líder, con el que coincidía pero que consideraba demasiado explícito y causante de problemas. Pero sus aportaciones rítmicas fueron clave para el desarrollo del afrobeat, un género que se creció en directo con sus coreografías espectaculares y su expresividad desatada. El álbum Live! (1971), grabado en los estudios Abbey Road, de Londres, ante 150 invitados privilegiados, es otra pieza distintiva de esos años, y ofrece la peculiaridad del doblete histórico de percusionistas: además de Allen, toca en el disco otro coloso del instrumento, Ginger Baker (salido entonces de los supergrupos Cream y Blind Faith).

De Talking Heads a Blur

Allen grabó una treintena de álbumes con Kuti y Africa 70, hasta que en 1979 abandonó el grupo, tras registrar disputas en terrenos económicos y operativos (criticó a la tropa de parásitos que rodeaban y agasajaban al líder en sus giras). Había comenzado a grabar en solitario cuatro años atrás (Jealosy) y encaminó sus pasos hacia la discografía propia, llevándose con él a varios miembros de Africa 70. No solo sus artes percusivas siguieron deslumbrando, atrayendo miradas, por ejemplo, de los neoyorkinos Talking Heads, sino también el calado de obras como Never expect power always (1985), que grabó con un nuevo combo, Afrobeat 2000, y en el que exploró la electrónica y el dub.

Una nueva pista se abrió cuando, en el 2000, Blur incluyó la frase Tony Allen me hizo bailar en su canción Music is my radar. Dos años más tarde, el cantante del grupo británico, Damon Albarn, colaboraba en el álbum de Allen Home cooking, y en el 2006 el batería se vio convertido en integrante del supergrupo The Good, The Bad & The Queen, junto a Albarn, Paul Simonon (exbajista de The Clash) y Simon Tong (exguitarrista y teclista de The Verve). El primer disco, del 2007, les trajo al Primavera Sound, festival al que Allen volvería por cuenta propia ocho años después.

Acercándose a los 80 seguía plenamente activo, y en el 2019 publicó un notable álbum, Rejoice, con Hugh Masekela (fallecido un año antes). Aunque suele citarse a Fela Kuti como creador del afrobeat, se trata de un asunto compartido, como este dejó claro al afirmar que el género, sin Tony Allen, no habría existido. De ordenar las historias de ambos creadores se encargó el escritor y musicólogo estadounidense Michael E. Veal, autor de sendos libros ilustrativos, Fela (2000) y Tony Allen: an autobiography of the master drummer of afrobeat (2013), este último coescrito con el músico.