Un funeral privado y familiar, seguramente en su ciudad natal de Omaha (Nebraska), dará el último adiós a Marlon Brando, que murió el pasado jueves en el centro médico de la Universidad de Los Angeles a los 80 años. Así, en la intimidad, lejos de las cámaras de Hollywood, se cumplirá el deseo de este animal cinematográfico que siempre tuvo una relación difícil con los grandes estudios.

Estos son los únicos datos que, por deseo del actor, ha facilitado su abogado David Seeley. Irreverente y polémico, su desaparición ha empañado las celebraciones del 4 de julio en Estados Unidos para la legión de seguidores que lloran su pérdida y recuerdan cada una de las imágenes que hicieron historia y "cambiaron la forma de actuar en América", como dijo su colega Karl Malden.

Brando murió solo. Un problema respiratorio que arrastraba desde hacía años acabó con su vida. Y mientras un puñado de actores y directores que compartieron escena con Brando recordaban su genialidad, anónimos fans despedían al protagonista de El último tango en París junto a su estrella en el paseo de la fama de Hollywood y en los alrededores de Teatro Kodak. No todos los recuerdos son agradables. Bertolucci, el director de la entonces polémica película rememoraba cómo el actor dejó de hablarle durante 12 años porque como intérprete había sentido violada su "más profunda intimidad".

AMIGO DE LOS INDIOS

También la comunidad india de Estados Unidos lloró a su héroe, al hombre que luchó por sus derechos, hizo campaña junto a líderes de las tribus y, en 1973, rechazó el Oscar por El padrino enviando en su lugar a una joven india que reclamó un mejor trato para los primeros pobladores del país. "Gracias a su fama, el mundo se enteró de nuestras necesidades sociales y políticas en un momento en que nadie nos prestaba atención", señaló ayer Ernest L. Stevens Jr., presidente de la Asociación Nacional India.

"Fue una poderosa declaración de principios que contribuyó a cambiar nuestra imagen", subrayó Michael Smith, fundador del Instituto de Cine Indio Americano de San Francisco, en referencia al episodio en los Oscar, al que siguió otro célebre desplante, ya en 1992, cuando Brando pidió retirar su nombre de los títulos de crédito de Cristóbal Colón: El Descubrimiento , donde hacía el papel de Torquemada, alegando que el montaje final no reflejaba el "genocidio indio".

Aquella fue otra de las extravagantes peticiones de Marlon Brando, tan famoso por sus impecables momentos delante de las cámaras como por sus caprichos detrás. Y tan celoso de su intimidad que hasta su muerte ha sido silenciosa, según sus deseos en un país acostumbrado a los circos mediáticos. Aun así, todos los periódicos estadounidenses rindieron ayer un amplio tributo al rebelde y carismático intérprete. "Brando muerto, no parece posible. Pero tampoco lo parece un Brando vivo a los 80 años, recluido y obeso. Dada su genial vitalidad, habría tenido más sentido que se apagara tan joven como el resto de la troika que revolucionó la interpretación, como James Dean, muerto a los 24, y Montgomery Clift, a los 45", publicó ayer el rotativo Los Angeles Times .

De "último revolucionario" lo tildó The New York Times . El rotativo subrayó cómo no fue el primero en utilizar el Método, pero sí "en dejar claro lo poderoso que podía ser" y añadió que su regalo fue "mantenerse al margen".