El Museo de Zaragoza se pone guapo mientras mira con optimismo al futuro. El espacio expositivo más antiguo de la capital aragonesa y para muchos el más importante de todo Aragón está en obras desde el pasado 15 de octubre, cuando las máquinas comenzaron a entrar para restaurar su patio interior. Hacía más de 40 años que no se actuaba sobre el edificio, que pedía a gritos un lavado de cara. Durante las obras, que también afectarán a la verja exterior y a los jardines de la entrada, se va a aprovechar para renovar el discurso expositivo del patio.

Mientras tanto, el museo sigue esperando su anhelada ampliación, un proyecto que lleva más de 15 años metido en el cajón. Aunque no hay novedades en este sentido, su director, Isidro Aguilera, está convencido de que «a medio plazo» se acometerá. «Yo confío en que dentro de diez o doce años la ampliación será una realidad», subraya Aguilera, que recuerda que el museo es propiedad del Estado, aunque la gestión está transferida a la DGA.

Según los plazos del proyecto, costeado por el Ministerio de Cultura con un presupuesto de casi 400.000 euros, las obras concluirán a finales de abril y el objetivo es realizar la presentación el próximo 18 de mayo (Día Internacional de los Museos). Los responsables del proyecto y del espacio expositivo han hecho un gran esfuerzo para cerrar las puertas al público lo menos posible, aunque por razones de seguridad los visitantes ya no pudieron entrar el pasado 16 de diciembre. «Confiamos en volver a abrir a principios de marzo», indica Aguilera.

Los trabajos se están centrando sobre todo en el patio interior, donde se está cambiando todo el suelo colocando piedra de Calatorao. «La idea inicial era instalar piedra de La Puebla de Albortón, pero la cantera cerró», lamenta Aguilera. Con todo, el nuevo pavimento será de una calidad muy superior al anterior, que no estaba a la altura de la categoría del edificio. Además, el pequeño escalón que bajaba de la zona porticada se ha eliminado, dejando todo el espacio a un mismo nivel.

LAS PAREDES CAMBIAN DE COLOR / Por otra parte, se va a cambiar todas las tuberías y sumideros y a mejorar la iluminación del patio, cuyas paredes van a cambiar de color. «Yo propuse que se pintaran de un tono burdeos, algo parecido a lo que podemos ver en el Patio de la Infanta, pero no sé qué se decidirá al final», explica Javier Ibargüen, el arquitecto que ha elaborado el proyecto. Tal y como apunta Aguilera, aún no está claro el color definitivo, pero todo parece indicar que no será el actual naranja asalmonado.

Durante la restauración también se va a aprovechar para renovar el discurso expositivo del patio. Hasta ahora sus paredes exhibían sobre todo escudos y piezas de heráldica, algo que seguirá siendo así, aunque se prevé retirar «el 50%» de los elementos. «Queremos que haya menos carga de patrimonio, por lo que dejaremos las piezas más selectas», señala Aguilera, que apunta que junto a ellas se colocarán carteles informativos «para contextualizarlas».

Todas estas piezas se están restaurando en una sala del museo para que vuelvan al patio brillando con luz propia. Ha habido dos elementos que no se han movido del patio: el arco de Santo Domingo, por su peso, y las columnas del patio de la Casa de los Diputados.

Tras la restauración, el patio se convertirá en un espacio idóneo para acoger todo tipo de actividades y actos sociales. «En los últimos años ya ha albergado bastantes conciertos, aunque nos gustaría que se potenciara esa línea», destaca el director del museo.

ENTRADA SIN CÉSPED / Las obras están afectando también a una parte del exterior del edificio. Así, se va a restaurar la verja y se pintará de un color «verde farola», mientras ya se está acondicionando el jardín que había antes de la entrada. «Dejará de haber césped para evitar los problemas de humedades y se colocarán alcorques con arbustos, mientras el suelo quedará todo enlosado», explica Aguilera.

Debido a todos estos trabajos, los más importantes que acoge el museo desde su reforma entre 1974 y 1976, la programación expositiva se ha reducido durante este ejercicio, aunque poco a poco se reanudará.

Cuando vuelva a abrir sus puertas de manera oficial, el museo exhibirá los siete cascos celtíberos que Aragón ha recuperado tras ser expoliados en los años 80 del siglo pasado de un yacimiento en Aranda de Moncayo. «Será una exposición pequeña pero monográfica, y luego se incorporarán a la muestra permanente», indica Aguilera.

PERFIL DE VISITANTES / Esta campaña, además, se van a abrir nuevas salas de arte gótico y renacentista, que se quedarán de forma permanente, mientras que Francisco de Goya será eje fundamental de las cinco muestras temporales.

Según la DGA, en torno a 62.000 personas visitan cada año el museo. Casi un 65% de ellos son de fuera de la ciudad, por lo que los responsables del espacio aspiran a atraer a los zaragozanos.