Zaragoza es una de las ciudades del mundo donde la música de cámara es más accesible a todo tipo de público. Y en buena parte es gracias a Musethica, el proyecto que a finales del 2012 impulsaron el violista Avri Levitan y la profesora Carmen Marcuello con el objetivo de «formar a jóvenes músicos excelentes» y, al mismo tiempo, llevar los conciertos de cámara a personas que no tienen un fácil acceso a ellos. De hecho, este proyecto ha permitido llevar la música clásica a centros sociales, de discapacidad, hospitales, cárceles o colegios. «Hemos ayudado a difundir la música de cámara por todo Aragón, donde hemos realizado desde el 2013 cerca de 600 conciertos que han llegado a más de 32.000 personas», destaca Marcuello, que deja claro que el otro objetivo de la asociación (formar a jóvenes músicos) es igual de importante para ellos.

Y más teniendo en cuenta que los estudiantes suelen tener pocas posibilidades de realizar conciertos. «Para ser uno de los mejores médicos es clave tener la mayor experiencia posible. Con los músicos pasa lo mismo y eso es lo que perseguíamos», apunta Marcuello. En este sentido, el virtuoso de la viola Avri Levitan tenía muy claro que para llegar a ser un gran músico era fundamental conectar con el público y transmitir todo el sentimiento posible. Por eso, durante su etapa de profesor en el Conservatorio Superior de Música de Aragón (ahora reside en Berlín) decidió lanzar Musethica, un modelo educativo con grandes beneficios para los jóvenes músicos y para la sociedad.

El modus operandi es el siguiente: la asociación programa una serie de conciertos, lanza la convocatoria y se inscriben los jóvenes músicos dispuestos a participar. Durante una o varias semanas preparan las actuaciones con profesores de reconocido prestigio y finalmente lo presentan ante el público. «Para la última serie de conciertos que ofrecimos en febrero solicitaron participar 400 alumnos de un buen numero de países y la selección fue exigente porque buscamos la máxima calidad», indica.

Y es que el éxito cosechado ha permitido que el proyecto se exporte al extranjero. Actualmente, cuentan con sedes en Alemania (2013), Israel (2014) y Suecia (2016), mientras que mantienen colaboraciones de forma regular con Austria, China, Finlandia, Francia, Holanda y Polonia. «Desde que echamos a andar hemos organizado más de 2.000 conciertos en diez países con la participación de 400 músicos, y hemos llegado a 100.000 personas», subraya.

En Aragón, las 600 actuaciones que han promovido desde finales del 2012 en 132 centros han contado con la participación de 210 músicos. «La edad media suele rondar los 21 años, normalmente suelen ser estudiantes de grado o máster y el requisito es que no se dediquen todavía profesionalmente a la música», explica Marcuello, que apunta que en la comunidad han actuado sobre todo en Zaragoza, Huesca, Teruel y Ejea. «Hemos estado en centros de discapacidad, de menores, colegios, hospitales o las cárceles de Zuera y Daroca», añade.

La respuesta del público no ha podido ser mejor en todo este camino, con jóvenes que nunca habían escuchado música clásica emocionados o adultos conmovidos por la calidad de las interpretaciones. «Este tipo de público es muy bueno para los músicos porque es muy exigente y reclama que le llegues al corazón», indica Marcuello, que destaca que estos conciertos «les hace entender su razón de ser como músicos».

Durante los últimos meses, el proyecto ha estado totalmente parado por la pandemia. De hecho, el festival anual que organizan todos los años tuvo que suspenderse en junio cuando ya había previstos 30 conciertos en Zaragoza. Ahora la asociación quiere retomarlo durante las dos primeras semanas de noviembre, aunque con menos actuaciones. «Si llegamos a diez conciertos por semana en diferentes centros sociales de la ciudad ya será un éxito», reconoce. Por el momento, las únicas citas confirmadas son el 6 de noviembre en el Auditorio (a un precio de cinco euros) y el 27 en la Fundación Caja Rural de Aragón (gratuito). «Siempre solemos hacer uno o dos conciertos para el público en general», indica Marcuello, que recuerda que lógicamente todos los conciertos que ofrecen en los centros sociales son gratuitos.

Además, antes de la llegada de la pandemia, muchos de los ensayos que realizan en el edificio Etopia eran abiertos al público, lo que permitía difundir aún más la música clásica. «Los jóvenes no cobran y lo único que hacemos es pagar las clases a los profesores y los desplazamientos a los estudiantes», comenta Marcuello, que recuerda que el proyecto cuenta con el apoyo del Ayuntamiento de Zaragoza.