Silencio sepulcral en el pabellón Príncipe Felipe. Al ritmo solemne de un tambor, dos hileras de personas ataviadas con túnicas que portan una antorcha en la mano comienzan a desfilar. Las mujeres por la parte derecha, los hombres por la izquierda. Así hasta un total de 60 personas que, poco a poco, se colocan en una escalinata sobre el escenario. Al mismo tiempo, una gigante rueda de fuego gira ante la mirada perpleja del público y la música comienza a sonar.

Así fue el principio Carmina Burana , la ópera que ayer se representó en el pabellón Príncipe Felipe ante más de 6.500 personas. Una hora y cuarto duró el espectáculo que reunió sobre el escenario a un coro de 60 cantantes y a 30 expertos bailarines que estuvieron acompañados por una orquesta de 70 músicos. Y todo ello para trasladar al público a la época medieval que se retrata en los 25 cantos que integran esta monumental ópera, compuesta por el compositor alemán Carl Orff.

No hubo tiempo para el aburrimiento. Se representaron fiestas nocturnas en la corte, luchas a caballo entre caballeros, peleas entre doncellas por el corazón de un noble y así hasta un total de 25 escenas diferentes que transcurrían encastillos, barcos, tabernas y bosques. Así, los bailarines, vestidos con llamativos y extravagantes trajes, daban vida a bufones, arlequines, monstruos, ángeles e, incluso, árboles.

LARGAS COLAS

Entre las gradas se pudo ver a parejas de jóvenes y no tan jóvenes, grupos de amigos y hasta familias enteras. Pocos se quisieron perder este acontecimiento musical. "Me han hablado muy bien de ella, es diferente al resto de las óperas, por eso he decidido venir", comentaba Susana, una zaragozana de 28 años. Gorka, un bilbaíno que trabaja en la ciudad, tampoco pudo resistir la tentación: "Tenía ganas de verla porque la he escuchado muchas veces". Al igual que una estudiante zaragozana, quien llegó a afirmar: "Jamás me hubiese perdonado no venir. Es una oportunidad única".

Pero el público tuvo que esperar para poder disfrutar de Carmina Burana . La antesala de la ópera fue el concierto Viva Verdi , una introducción de más de media hora en la que una orquesta, dirigida por Walter Haupt, interpretó cinco piezas del compositor. Después hubo un descanso anunciado de 20 minutos que al final se convirtieron en 30.

La grandiosidad del espectáculo logró que los asistentes se olvidaran de los problemas que tuvieron lugar durante el acceso al pabellón. Los organizadores, a pesar de la afluencia masiva de gente, tan sólo habilitaron una entrada que, además, avanzaba despacio debido al registro de bolsas y mochilas. A las nueve de la noche, cientos de personas formaban largas colas por lo que fue necesario retrasar el comienzo de la ópera. Ante las protestas del público, se decidió abrir otra de las puertas pero hasta las nueve y media no accedió todo el mundo al recinto. No obstante, los zaragozanos fueron testigos de una puesta en escena única en el ámbito de la ópera que sólo se va a repetir hoy en Madrid.