El Slap! Festival aprieta pero no ahoga. Si el viernes la actuación estrella de Vintage Trouble fue un fiasco, el sábado el concierto de William Bell cumplió con creces las expectativas previstas. Bell es un espléndido artista de blues y soul, una de la estrellas del sello Stax Records, impulsor de los sonidos negros de los años 60 y 70 del siglo XX (ahora celebra seis décadas de existencia con un buen número de reediciones, los discos de Bell entre ellas). En julio William cumplirá 78 años, pero nadie le daría esa edad a la vista de las facultades vocales que mostró el sábado.

Llegaba al Slap! con un reciente premio Grammy por This Is Where I Live, su nuevo disco, y un puñado de canciones sacadas de lo más florido de su repertorio. De ese álbum, además de la canción que le da título, ofreció I Will Take Care Of You; The Three Of Me, que con gusto firmaría Van Morrison; Born Under A Bad Sign, una composición de 1969 escrita al alimón con Boker T. Jones, recuperada ahora; y Mississippi-Arkansas-Bridge, entre otras. Además recreó Stand By Me, el popular éxito de Ben E. King, y revisó oldies como Everybody Loves A Winer y Everyday Will Be Like A Holiday, ambos de 1967.

Bell en plena forma, decía, con una banda solvente y lo que es más importante: con la capacidad de cautivar intacta. Este caballero, de maneras tan elegantes como sus canciones es una especie de doctor feelgood de la música; un médico del groove que hizo que nos sintiéramos en la gloria, sea eso lo que sea.

Cuando el maestro concluyó su lección de negritud pasamos a propuestas algo más agitadas: el garaje-punk-jazz del dúo norteamericano Archie & The Bunkers. Nervio, agitación sonora, canciones que enganchan... Ahí, entre los árboles (Bosque Jägermusic llaman a este segundo escenario del Slap!), como gnomos traviesos, Archie & The Bunkers facturaron un actuación más que notable.

Puesta a punto para los portugueses Marta Ren & The Groovelvets. Marta tiene una voz peculiar a la que extrae algunos matices destacables, una figura que gusta mostrar y un repertorio que no cuadra mucho con su actitud pop. Para entendernos: Marta lleva faldas un poco más largas que las de Tina Turner, a la que quiere parecerse, pero su voz es más corta. Pero, curiosamente, mientras que Tina movía a conciencia las caderas y temblaba el vuelo de su falda el espectador no veía nada más (ni nada menos) que un torbellino de piernas dinámicas; Marta ni de lejos baila como la Turner, mueve mucho menos las caderas, pero muestra constantemente sus interioridades.

No es que me importe, a ver, que cada cual enseñe lo que crea conveniente; es más: si hago esta disquisición danza-moda es solo para establecer las diferencias oportunas. Marta y sus chicos entretienen a ratos (hasta una versión de Light My Fire, de The Doors, se marcaron), y con eso nos quedamos.

Como conservaremos en el recuerdo un entretenido set del zaragozano Bigott, al comienzo de la noche, que incluyó una mirada instrumental a Poupée de cire, poupée de son, canción con la que France Gall ganó el Festival de Eurovisión en 1965. Genio y figura este Bigott.