Hace 40 años que Edhasa publicó Los hechos del rey Arturo, el maravilloso libro de John Steinbeck y primero de lo que sería la pionera colección Narrativas históricas, que brilló gracias a autores como Marguerite Yourcenar, Robert Graves, Naguib Mahfuz o Patrick O’Brian. De ahí que el sello se haya dado un buen homenaje creando el premio Edhasa Narrativas Históricas, con un jurado presidido por Santiago Posteguillo, cuando la tendencia ya cotiza al alza. El gallego Francisco Narla (lugo, 1978), hasta el momento integrante del catálogo de Planeta, ha resultado vencedor con Laín, el bastardo, una novela de viajes y aventuras en tiempos medievales. Como el protagonista de aquella novela, este, halconero, también se embarca en el gran viaje hasta los límites del mundo conocido y más allá. Desde Occidente hasta la antigua Persia, aunque en este caso el viaje le lleve hasta las fronteras de Mongolia a codearse con los nizaríes, a quienes sus enemigos llamaron hashishin, asesinos.

La vida de Narla no se agota en la escritura. Él ha adoptado su nomme de plume del río que pasa por debajo de su casa, un molino restaurado, donde vive este tirador de arco, antiguo piloto de pruebas en Estados Unidos y actual piloto comercial que, aunque ha hecho incursión en otros géneros, se siente especialmente cómodo en la ficción histórica, vertiente aspectos poco conocidos, como la participación española en las cruzadas.

«Todos conocemos la presencia francesa y la británica, aunque solo sea por Ricardo Corazón de León y Robin Hood, pero no sabemos apenas nada de los españoles que marcharon a Tierra Santa. Cerca de donde vivo, en el Monasterio de Sobrado, hay inscripciones de las donaciones que hicieron allí los que regresaron», explica.

Más luz sobre detalles poco conocidos. ¿Alguien sabía que el tesoro de los templarios se engrosó gracias al comercio ilegal de reliquias? Era una práctica habitual y muchas veces se aprovechaban de la credulidad de los fieles y de la avaricia de los clérigos. «Estamos hablando de una pluma del Espíritu Santo, de un beso de la Virgen o del prepucio de Jesús», explica el escritor, añadiendo que de este último, producto de la circuncisión y muy venerado durante la Edad Media, se tiene noticia por lo menos de seis, cosa que no se explica ni siquiera asumiendo la divinidad de Cristo. «También en Compostela se compraron reliquias para incentivar un peregrinaje que hoy podría contemplarse como un destino turístico y que Gelmírez, primer arzobispo e impulsor de la catedral llamó pio latrocinio».