Para el gran público la carrera de Joe Cocker se resume en tres canciones: la espléndida revisión de With A Little Help From My Friends, de The Beatles, con la que arrasó en el festival de Woodstock en 1968; Up Where I Belong, registrada a dúo con Jennifer Warnes para la banda sonora de Oficial y caballero, y You Can Leave Your Hat On, escrita por Randy Newman para otra película (Nueve semanas y media), con la que muchos soñaron ver en la cocina de sus casas a la mismísima Kim Basinger luciendo una combinación de raso. ¡Ja! Pero el bueno de Joe ha sido algo más que esos temazos de mecheros y melenas al viento.

Joe, con su prodigiosa garganta profunda, dio negritud al pop blanco mientras algunos intérpretes negros lo blanqueaban. Hijo musical de John Lee Hooker, Muddy Waters, Ray Charles y otras luminarias afroamericanas, no (a)bordaba las canciones por su color sino por su intensidad. De ahí que pasara sin problemas de St. James Infirmary, la pieza que popularizó Louis Armstrong en los años 40, a Dylan, y de Chuck Berry a Leonard Cohen. Cocker ha sido el gran recreador de canciones ajenas y el puente de plata entre el rock, el blues y el soul. Cierto es que no todo su repertorio brilla con igual intensidad, y no se puede ocultar que no está exento de algunas baladas insulsas; pero, ay, amigo: cuando surgía el Joe de arrebatadores desgarros musicales, capaz de transformar una sencilla canción de amor en un torbellino de pasiones, entonces su voz arenosa te restregaba el corazón y las entrañas.

En Joe Cocker confluyeron la maestría del clásico y el ímpetu del principiante. Su bagaje sonoro, genio musical, sus modos y, sobre todo, su voz traspasaron el tiempo y el espacio; las modas y los modos. Un gran tipo, este Joe, que ahora le canta a las estrellas.