Poco tiene que ver el civilizado Estocolmo del siglo XXI con el tenebroso y maloliente que se retrata en la novela ‘1793’ (por la fecha en la que transcurre la acción), aunque entre las callejas medievales de Gamla Stan, el barrio más antiguo de la ciudad, sea fácil evocar la atmósfera lúgubre del libro. Especialmente cuando el frío arrecia y la noche llega a la hora en que en España estamos terminando de comer.

La novela (publicada por Salamandra y Proa) ha sido uno de los grandes hitos editoriales suecos recientes, con más de 300.000 ejemplares vendidos allí y el inicio de una trilogía que va por los mismos exitosos derroteros. De primeras, el nombre de su autor, Niklas Natt och Dag (en sueco Noche y Día), parecería un seudónimo como de músico heavy metal, pero la realidad trae a alguien mucho más glamuroso, porque el apellido de marras, es uno de los más rancios de la aristocracia sueca. Natt och Dag (Estocolmo, 1979), que se presenta a la cita en la capital sueca con un elegante 'outfit', quiere dejar claro que no son los privilegios ni las posesiones lo que le ata al pasado, que estos se perdieron hace ya muchísimos años. Sin embargo, su aspecto, no ostentoso pero sí estudiado hasta el mínimo detalle, provoca reflexiones sobre la curiosa manera en la que se empobrecen los ricos.

Es difícil clasificar esta novela que sin duda es histórica, contiene elementos de ‘thriller’, pero también hay en ella no pocas escenas de puro terror. Sin ponerse a buscar demasiado, ahí está la aparición en las primeras líneas del relato, en las aguas putrefactas que rodeaban a esta ciudad de islas y canales, de los restos de un cadáver, de hecho, apenas un tronco y una cabeza sin ojos ni lengua. Más tarde el lector conocerá con detalle la tortura que ha acabado con la vida del desgraciado. Sorprende el contraste de la crudeza de lo expuesto frente a la limpia elegancia, casi de línea clara, de quien lo ha escrito: “Fui un niño tímido, nervioso y solitario. De ahí que mi gran refugio para el aburrimiento fueran los libros. Cuando empecé a leer relatos de terror, a Stephen King, por ejemplo, reconocí allí muchos de los miedos que yo tenía. Creo que esa es la causa de que haya tantas escenas desagradables en esta novela”.

Hay una evidente fascinación del escritor por sus orígenes, lo que le lleva a querer enseñar los retratos de sus antepasados y su antiquísimo escudo de armas situados en el Riddarhuset, el Palacio de la Nobleza, antiguo lugar de encuentro de la cámara de los aristócratas que todavía funciona como local gremial para los nostálgicos de sangre azul. Interesarse por su pasado supone para Natt och Dag también una forma de matar al padre, a su manera, ya que éste, típico representante de los años 60, nunca quiso saber nada de los antiguos esplendores familiares. “Escribir sobre los privilegios de los aristócratas y sus desmanes y tener a la vez una vinculación de clase, en cierta forma me protege. He hablado con los nobles suecos en el Riddarhuset y ninguno me ha acusado de querer desprestigiarlos. Ahora bien, es inevitable ser consciente de lo privilegiados que fuimos, vivimos cómodamente en medio de la miseria”.

La miseria está reflejada con mucha viveza en ese Estocolmo pestilente que acaba de asesinar a su rey, Gustavo III en un baile de disfraces -la historia sirvió para que Verdi compusiera unas décadas más tarde la ópera ‘Un ballo in maschera’- y donde imperaba una corte de los milagros de truhanes y prostitutas. “El siglo XVIII es fascinante y a la vez lleno de contradicciones. Fue el momento de las grandes ideas humanistas, cuando se establecen los derechos del hombre y el contrato social de Rousseau, pero esas buenas intenciones, que intentan poner coto al célebre ‘el hombre es un lobo para el hombre’ de Thomas Hobbes, acaban con el baño de sangre de la revolución francesa. Cuanto más leo sobre el pasado más misántropo me vuelvo”.

La gran historia importa y mucho en la novela, pero también y sobre todo, la intriga, ese tenso pulso con el lector que muchos han comparado a ‘El nombre de la rosa’ de Umberto Eco, pero que su autor relaciona más bien con uno de sus autores de cómic favoritos, Alan Moore y su obra maestra,‘From Hell’. Fue Moore -“que no tiene un solo trabajo malo”- quien le enseñó cómo se construye un monstruo -uno de los grandes temas de '1789'- y de cómo en esa creación es responsable la sociedad. “Eso lo aprendí de Douglas Addams y su ‘Dirk Gently, agencia de investigaciones holísticas’ en la que sostiene que para resolver un crimen se debe analizar el entorno social en el que se produjo”.