Para la generación EGB, Joe Dante es sagrado. Solo por dirigir Gremlins ya merece la veneración de los cuarentañeros que fueron niños en los 80. Esas criaturas subversivas a las que no había que dar de comer pasada la medianoche no han perdido un ápice de fuerza. Producida por Steven Spielberg en 1984, se convirtió en «la película justa en el momento justo». Dante tiene más que asumido que será recordado por esos peluchitos entrañables y cabroncetes, pero el filme que ocupa un lugar privilegiado en su corazón es El chip prodigioso. Con él pagó su casa.

Así de práctico este cineasta que se graduó en Bellas Artes, escribió críticas de cine, empezó montando tráileres y debutó como realizador con Piraña. Bajo el paraguas del mítico productor de cine de bajo presupuesto Roger Corman, aprendió todo del oficio. La primera lección sigue vigente ahora: «A más dinero, menos libertad». Corman, que sigue haciendo películas a sus 92 años, le enseñó cómo trabajar de forma «rápida, eficaz y barata». El productor no solo fue una escuela para él, sino también para otros realizadores, como Martin Scorsese y Francis Ford Coppola.

Dante, homenajeado el viernes en el Festival de Cine Fantástico de Bilbao, dejó de trabajar para los grandes estudios hace 20 años. Y aún hoy se sigue partiendo el pecho buscando financiación para nuevas películas. «Acabo de estar en París negociando un proyecto, pero es muy complicado sacar dinero para filmes independientes», explica. ¿El director de Aullidos no encuentra quien le produzca? Se asombra ante la pregunta. «Por supuesto. Pero no solo yo. Todos los cineastas tienen problemas para financiar sus trabajos», añade. Él no cesa en el empeño. Sigue en activo. «No sé hacer otra cosa», sentencia. Bendice a la televisión e internet como nuevas formas de hacer cine, aunque echa de menos que el público vaya en masa a las salas y tenga la «gratificante» experiencia de ver una película en grupo.

En una época donde lo que se busca es el «bombardeo de efectos especiales para dejar exhaustos a los espectadores», alaba la artesanía de su buen amigo Guillermo del Toro, a quien define como un cineasta «brillante» que hace películas «libres, estupendas y con mensaje».

Puede que la filmografía de Dante -mezclando siempre comedia y horror- apunte al entretenimiento, pero sus películas también incluyen mensaje. Por no hablar del capítulo que rodó para la serie Masters of horror, una sátira política en la que los soldados muertos en Irak emergían de las tumbas para reclamar su derecho al voto. «Estábamos muy cabreados con la guerra. Ni siquiera la prensa criticaba la invasión, así que apostamos por hacer algo incómodo», explica. Tan incómodo para la Administración de George W. Bush que Dante empezó a ser parado por policías cada vez que cogía un vuelo. «La política estadounidense fue terrorífica con Bush. Y ahora seguimos igual», asume. Con gesto de hastío y asco habla de Donald Trump como de un narcisista al que solo le preocupa su dinero. «Todo el mundo le odia. Solo piensa en él. Es un ególatra, un niño enfadado».

Dante también es un niño. Pero un niño bueno, un «niño grande», que es lo que hay que ser -en su opinión- si te quieres dedicar al cine. «No soy excesivamente nostálgico de los años 70 y 80. Lo que sí añoro es mi infancia y la calidad de vida que tuve», reconoce.

Hay que ver filmes antiguos

El final de la charla con el realizador vuelve al principio: Gremlins. ¿Habrá una tercera parte? «Hay un guionista que la está intentando mover. Pero si no ha pasado ya creo que no va a pasar nunca». Habrá que ver, pues, la cinta original. La de 1984 y la loca secuela de 1990. El veterano realizador no puede evitar sonreír cuando le dicen que niños de 10 años se quedan maravillados ante la pantalla. «Que la vean, que la vean. Los jóvenes tienen que ver películas antiguas. Y cuanto antes, mejor para ellos».