El 31 de julio de 1914 el líder socialista francés Jean Jaurès fue asesinado por un ultraderechista. Vaticinó que una contienda sería el "holocausto más terrible tras la guerra de los Treinta Años" y la imaginó así: "Bombas, cañonazos, naciones enteras diezmadas, millones de soldados cubiertos de fango y sangre, millones de cadáveres".

Su voz encarnó la esperanza de que la segunda Internacional impidiera la guerra. Fundada en el año 1889, reunía a todos los partidos socialistas y los más poderosos eran el francés, el alemán y el laborista británico. Sin embargo, la organización no resistió el embate del nacionalismo: al iniciarse el conflicto todas sus formaciones votaron los créditos para la guerra en sus países (salvo rusos y serbios) y quedó herida de muerte. Solo continuó activo un sector antibélico que incluyó figuras como Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburgo y celebró dos conferencias en Suiza (en 1915 y 1916) que abrieron la senda de la III Internacional.

Idealismo

El pacifismo también tuvo amplio apoyo entre las clases medias y revistió formas diversas, como la objeción de conciencia (en Gran Bretaña hubo casi 16.500 casos oficiales) o los "pacifistas humanitarios", en expresión del historiador Bernard Wassertein. En ellos incluye entes como la Unión de Control Democrático británica (que clamó contra la guerra, la diplomacia secreta y el servicio militar obligatorio) o el intelectual francés Romain Rolland. En 1915 este publicó Au-dessus de la mˆlée (acuñando la famosa expresión) y recibió el Nobel de Literatura por su "elevado idealismo".

Para la historiadora Margaret MacMillan, Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos (donde surgieron hasta 45 entidades pacifistas entre los años 1900 y 1914) conocieron movimientos pacifistas relevantes al compartir "vigorosas tradiciones liberales de rechazo a la guerra". Además, los abanderados de la paz contaron con figuras de gran proyección, como la baronesa checa Bertha de Suttner, el escritor y político británico Norman Angell o el acaudalado ruso Iván Bloch (o Jean de Bloch).

¡Abajo las armas!

De Bertha de Suttner es la célebre novela ¡Abajo las armas! (1889) y para defender su causa trabó amistad con Alfred Nobel (fundador del premio homónimo) y trató con el presidente Roosevelt o millonarios filántropos. Sin embargo, desdeñó a los socialistas: "Primero tienen que superar la ordinariez", dijo. Por su parte, Angell popularizó la idea de que la guerra no era racional económicamente en La gran ilusión (1909).

Sostenía que el coste de adquirir territorios por la fuerza excedía su valor. Al fin, Bloch fue un visionario. Nacido en una familia judía de la Polonia rusa, hizo fortuna con el ferrocarril. Publicó La guerre future (1899), obra de tesis clara: "En el futuro no habrá guerras, porque, ahora que está claro que equivalen al suicidio, resultarán imposibles"; su coste, duración y mortandad las haría inviables y podían originar revoluciones.

Los pacifistas fracasaron en su empeño, pero tuvieron una victoria póstuma: la guerra validó sus peores augurios. Henry Gérard, capitán que colaboró con Jaurès, lo expresó en una batalla: "Siento como si todo esto me fuera conocido. Jaurès profetizó este infierno, esta aniquilación total".

Y MAÑANA:11. La guerra que cambió la vida.