Rodeado de secretismo y expectación, hoy llega a nuestras pantallas Blade runner 2049, la secuela de la obra seminal de ciencia ficción que Ridley Scott nos presentó en 1982. Esta vez, en el puente de mandos está el canadiense Denis Villeneuve.

-¿Cómo reaccionó cuando supo que contaba con la aprobación de Ridley Scott?

-Fue una de las condiciones que puse para dirigirla. La primera vez que hablamos, fue muy generoso y directo conmigo. Tuvimos una conversación muy larga en la que hablamos más de su película que de esta. Me explicó sus puntos de referencia y de lo que supuso la génesis y el ADN de la primera película, y luego me dijo: «Ahora es toda tuya. Es tu responsabilidad. Si me necesitas, llámame, pero a partir de ahora tienes libertad de acción».

-Para muchos, Blade runner es cine negro. ¿Buscó referencias cinematográficas?

-Cuando hago una película, trato de evitar cualquier referencia cinematográfica. Por primera vez en mi carrera de director he hecho una película que está relacionada directamente con otra importantísima. Blade runner ha sido mi fuente de inspiración. Sé que Michael Green, el guionista, se inspiró en el cine y en la novela negra para escribir la historia, pero yo tenía que encontrar mi propia visión.

-¿Hasta qué punto se involucró en los extraordinarios e innovadores efectos especiales?

-Cuando uno empieza a gestar la película, lo primero que tiene en mente son las imágenes, y es responsabilidad tuya que se lleven a cabo como tú los has concebido. Es cierto que hay muchas cosas en la película que nunca antes se habían hecho. Los efectos del primer filme los hizo Douglas Trumbull, y sin duda siguen siendo de los más espectaculares que hemos visto.

-Las dos películas hablan sobre la conexión entre replicantes y humanos, entre humanos y Dios.

-Para mí, la primera fue como un poema sobre nuestra ira hacia Dios, hacia el creador. ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué tenemos que luchar tanto sin tener la menor idea de para qué sirve? Es la historia de Frankenstein, ya presente en la primera película y que sigue estándolo en esta.

-También existe una cuestión racial y cultural de fondo, un comentario social, los replicantes se ven como seres inferiores. ¿Lo tuvo en cuenta?

-Desde luego. Lo que me gustó del guión es que tiene muchas lecturas. Una de ellas es la de la segregación en la que vive esta sociedad, habla de castas, de esclavos, de la noción de ciudadanía.

-¿Cree que estamos cerca de esos avances científicos y tecnológicos de los que se habla en la película?

-Los guionistas hicieron muy bien los deberes a la hora de investigar cosas que puedan ser factibles en 30 años. Una vez que acabaron el guión, nos reunimos con científicos de distintos campos, como el cibernético y climático, para explicarles nuestras ideas y averiguar si estábamos en la dirección correcta. No me atrevería a decir que esta película sea profética, es una advertencia.

-¿Hay algo de nuestra tecnología o de nuestros avances científicos que desearía que no existiera en el 2049?

-Sí, de hecho en la película no lo verá por ningún lado. No existe internet. La razón es que unos años después de la primera película ocurrió un PEM que inutilizó todos los sistemas electrónicos del país y borró todos los datos, lo cual me permitió filmar a los personajes sin que estén mirando a su iPhone o sentados frente a un ordenador. Eso dio a la historia un sentido de comunidad, la gente camina por la calle mirándose a la cara, no a un teléfono, e interactuando. El detective de esta historia busca respuestas de forma directa, indagando en lugares, hablando con la gente y no buscándola en Google.

-Es de sobra conocido el debate que han sostenido durante todos estos años Ridley Scott y Harrison Ford sobre si Deckard es humano o un replicante.

-Yo estoy entre ambos. La respuesta la encuentro en el libro de Philip K. Dick en el que se basó la primera película, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? En él, los personajes se cuestionan a sí mismos. Existe una gran paranoia entre los blade runners que tienen que controlar a replicantes que son muy difíciles de distinguir de los humanos. Empiezan a cuestionarse su propia identidad. En el libro, esa autoparanoia está muy presente y esa es la clave. No me interesa la respuesta, en realidad me interesa la pregunta.