-¿Por qué decide dedicarse al flamenco?

-Naciendo donde yo nací, es el flamenco el que lo busca a uno, canto desde niño. Y dedicarme a él nunca me lo propuse. Surgió y aquí sigo, después de 45 años.

-¿Cómo recuerda su infancia?

-Dura. Fui solo a la escuela de párvulos. Luego a ayudar a mi viejo con las cabras, me gustaban mucho, pero también me gustaba jugar, y no me dejaban. Pasé frío, sueño y penurias. Otros niños andaban igual pero yo, encima, era un rebelde y tenía más problemas. Menos mal que me gustaban las cabras y el paisaje, eso lo arreglaba todo.

-¿Qué es para usted el flamenco?

-Es la música de mis raíces. Una música maravillosa, difícil y que me llena de vida. Me gustan otras pero como el flamenco, ninguna. Y será por eso, porque son los soníos de mi niñez.

-¿Es un altavoz contra el poderoso?

-¡Qué va! Yo soy solo uno más que canta lo que siente, y lo que piensa sobre lo que se cuece a mi alrededor, y más lejos. Para eso es el cante jondo, pa cantar lo que se siente y ¡no le vas a mentir al cante! ¡Porque te rechaza! Hay cosas que lo emborrachan a uno de belleza, de paz y otras que te revuelven las tripas de horror y de impotencia.

-Usted se puede decir que canta para mantener a sus cabras, ¿por qué cree que extraña tanto?

-Canto porque soy cantaor, me gusta cantar y lo llevo haciendo desde hace 45 años. Cantaría aunque no fuera cabrero. Pero si no cantara, no hubiera podido tener cabras, porque con la leche no se pagan el pienso que comen las pobrecillas. Ya hace tiempo que sólo tengo una tropilla, porque me da vida salir al campo. Mientras me aguante sobre los pies, algunas cabras tendré.

-Nunca se ha callado ni nada, algo que alguna vez le ha llevado al calabozo, ¿le apena ver en qué se ha convertido el mundo?

-Hace mucho tiempo me hicieron la misma pregunta y dije que me parecía el mundo un cerro de víctimas donde los que se arrastran enredan al que salta. Y sigue lo mismo, pero yo no recuerdo tanto odio, tanta división y falta de humanidad. Pena es poco: dolor, impotencia, se siente uno como una hormiga aplastá, eso sí, que ha de morir acusando, como dice un fandango que grabé hace 30 años.

-¿Cómo ha convivido con la censura?

-La censura y yo nos conocemos bien, me acompaña desde hace más de 25 años; casi siempre encubierta, pero otras sin reparos. Allá por los 90, Informe Semanal me iba a hacer un reportaje a mi vuelta de una gira con Peter Gabriel en Estados Unidos. Me querían ya coger imágenes al llegar al aeropuerto de Sevilla, luego en el campo y en casa. Todo a punto y se lo echaron patrás. ¿Cómo podía ser? Si la dirección del programa lo había aprobado hacía un mes. Estaban muy cabreaos, la censura venía de más arriba. Y yo me pregunto muchas veces por qué me censuran.

-¿Cómo se siente al ver que dos bandas como Reincidentes y Marea se hayan fijado en usted?

-Muy contento, son buenas personas y está bien que otros músicos se fijen en el flamenco. Y agradecido porque han conseguido que mucho roquero venga a escucharme; vienen por curiosidad y a muchos les sigue gustando el flamenco, y se quedan. Mi nuevo disco es flamenco, como siempre, pero tiene mucho rock alrededor. Kutxi Romero metió la percusión al yunque, Kolibrí las mezclas y el mastering, mi hijo Zapata el sonido de grabación y la producción y Víctor Bicho-Z un diseño precioso para la carpeta. ¡Todos roqueros!

-¿Se ha sentido más valorado fuera de España que en España?

-Por los medios y los que deciden sobre el flamenco sí, pero por el público no: al concierto de Zaragoza viene gente desde Valencia, Madrid, de Irún, Toledo… y saben que se lo agradezco. En el extranjero, y aquí, siempre me sentí valorado y querido por el público y eso es lo que me importa y lo que tiene valor.

-Ahora que se habla tanto de los indignados, ¿se considera uno de los primeros indignados?

-Yo no sé lo indignados que están o que estuvieron otros. Habrá mucha gente como yo, pero no tienen el cante pa expresarlo. De zagal, ya me cabreaba por el tema de las vereas... siempre hubo motivos pero es que ya no sabe uno dónde meterse para no vivir indignao.

-¿Qué ha cambiado en España en esos más de 40 años que lleva de carrera profesional?

-Pues a mí en esto me parece que vamos como el mulo de la noria, dándole siempre vueltas a la parva, y con los ojos tapaos. Porque hasta un mulo es capaz de arrancarse los jarreos a bocaos, al ver que parece que avanza pero vuelve siempre al mismo sitio.

-¿Vive actualmente la gente demasiado deprisa?

¡Ouf! ¡A mí me adelanta tó el mundo! Pero no me importa: yo sigo al ritmo del pastor.