La semana pasada supimos lo de las estrellas y conocimos al mejor cocinero joven de Huesca. El pasado lunes, Toño Rodríguez, del Caterin del Pirineo, se coronó como el mejor cocinero de Aragón 2014. El martes supimos que la mejor tapa aragonesa era Tengo una carta para ti del bar la Carrasca, en Aínsa (por cierto en ambos casos con arroz Brazal, un producto poco usual en concursos y tapas) y se entregaron los premios nacionales de hostelería, donde la confederación de empresarios de hostelería tuvo su noche de protagonismo.

Sin olvidar de las numerosas catas, degustaciones, presentaciones, ferias, jornadas gastronómicas --estamos en plena temporada de setas--, cursos de cocina, etc., que tienen lugar en estas semanas.

El sector ha decidido concentrar su oferta en esta temporada post-Pilar y prenavidad, pero da la sensación que se han pasado un par de vueltas. Tácticamente es un error celebrar tantos eventos y premios, que suponen noticias, positivas además, en tan poco tiempo, ya que apenas se puede asimilar esta ingente información, y los espacios son los que son.

Y si uno, como profesional de la cosa, lo tiene asumido, es dudoso que el aficionado a la gastronomía disfrute del tiempo y presupuesto necesario para acudir a tanto reclamo como le llega en escasas semanas. Pasarán las navidades y nada habrá; esa sequía de enero, que se suele prolongar hasta el buen tiempo.

Es como si la hostelería y la gastronomía vivieran sin un mañana. Sabido es que la crisis sigue y que, si se ve más gente en los locales, es a costa de menos gasto, pero entre todos podemos hartar a la clientela.

Y si los particulares son libres para no coordinarse, a las asociaciones empresariales y profesionales, a la propia administración, sí cabe exigirles una mayor comunicación interna, de forma que no se pisen los actos entre sí y tengamos un calendario más ordenado. Por su bien.