La Noche en blanco del 2020 pasará a la historia como la más extraña y austera de las celebradas hasta ahora en Zaragoza. La oferta programada en esta décima edición fue mucho más reducida que en años anteriores, pero al menos la iniciativa cultural se celebró, que no es poco. El intenso calor no desanimó a los zaragozanos, que respondieron a la convocatoria. En algunos museos hasta se formaron filas debido a la limitación de aforos y los espectáculos programados se llenaron en mayor o menor medida. También ayudó que el centro de la ciudad estaba este sábado repleto de gente. A las 20.30 horas, la calle Alfonso era una marea de mascarillas. «Con este bochorno, si las piscinas municipales ya estuvieran abiertas no habría ni la mitad de gente», comentaba una pareja mientras empujaba el carrito de su hijo.

Tras meses de confinamiento pocos la esperaban, pero hace dos semanas se anunció que este año también habría Noche en blanco en Zaragoza. Una jornada que las instituciones, con el ayuntamiento a la cabeza, han pretendido que represente una especie de regreso de la actividad cultural. El sector se alegra de ello, pero también pide más ayudas públicas y recuerda que sus trabajadores tienen poco que celebrar tras una crisis sanitaria que ha noqueado a toda la industria. De hecho, una parte del tejido cultural incluso ha lanzado la campaña #100Nochesenblanco para denunciar su situación.

Esta décima edición de Zaragoza se celebró sobre todo en los museos, que ampliaron sus horarios y algunos incluso realizaron jornadas de puertas abiertas. El Museo Pablo Gargallo fue uno de ellos. Además, entre las 19.30 y las 00.00 acogió una fiesta teatral y musical ambientada en los años 20 en la que un grupo de actores se pusieron en la piel de personalidades como Albert Einstein o Raquel Meller. «Está bien que se empiece a mover otra vez la cultura; visitar los museos con este calor y la mascarilla es un rollo pero es lo que hay», indicó Fernando, un zaragozano de 56 años en el salón de actos del museo.

Las mascarillas desentonaron un poco con las plumas y el glamour de las actrices, pero poco más se podía hacer, ya que había que cumplir con todas las medidas de prevención.

Lo cierto es que en este sentido no hubo mayores problemas. El uso de mascarillas fue generalizado, en los museos se tomaba la temperatura a los visitantes y los aforos se cumplieron a rajatabla. «De momento estoy viendo todo muy organizado», subrayó Raquel, que cerca de las nueve de la noche esperaba en la fila del museo Goya junto a su marido y su hijo.

Esta Noche en blanco, que se celebra cada año en ciudades de todo el mundo con el reto de acercar la creación artística a los ciudadanos, también incluyó actos para los más pequeños. En el Museo del Fuego, por ejemplo, se programó un espectáculo de circo en el que los payasos Kiny y Serrucho hicieron las delicias de los niños. «La verdad es que hoy ha llamado mucha gente a la que le hemos tenido que decir que ya no había sitio porque todo se ha concertado con cita previa», explicó la coordinadora del museo, Guillermina Jodra, que se mostró ilusionada por volver a reiniciar la actividad. «Si hubiéramos tenido más espacio también lo hubiéramos llenado», apuntó.

El Gobierno de Aragón también quiso sumarse a la Noche en blanco y, entre otros, programó un espectáculo de circo en el patio del Edificio Pignatelli que también se llenó.

A diferencia de en años pasados, donde la programación comenzaba ya antes del mediodía y era más extensa, en esta edición todos los actos se celebraron por la tarde y por la noche.

El consistorio diseñó actividades para diferentes perfiles. Incluso los amantes del canto lírico tuvieron su espacio con la celebración en el Museo del Foro de un recital a cargo de la mezzosoprano aragonesa Beatriz Gimeno y el pianista José María Berdejo. Quedaron pocas sillas libres. En una de ellas se sentó Felicidad Usón, una zaragozana de 78 años que estos meses ha salido «muy poco de casa». «Para esto sí que merecía la pena; yo no sé cantar, pero me encanta el lírico», subrayó. La emoción invadió también a la mezzosoprano aragonesa. «Esta actuación es muy especial porque es la primera tras la pandemia; ojalá la cultura vuelva ya a los escenarios», señaló Gimeno.

El IAACC Pablo Serrano programó una de las ofertas más variadas y atractivas. Y eso que no se pudo celebrar la actuación de Miguel Ángel Berna y Carlos Martín debido al ingreso hospitalario del primero. Aún así, el museo acogió por ejemplo a las 22.00 horas el concierto de Facundo, que se celebró en la terraza (la intención de la DGA es que vuelva a celebrarse este verano el ciclo de conciertos en este lugar y en el patio del Museo de Zaragoza). El Pablo Serrano también albergó un espectáculo de danza.

«Después de estar en este museo vamos al Palacio de Sástago que hemos cogido visita guiada y acabaremos en el Gargallo», destacó Juan, un jubilado de 67 años que «ya tenía ganas de ir de museos».

Instituciones privadas como la Fundación Ibercaja o La Caixa también convocaron actividades, que, a diferencia de otros años, no se adentraron en la madrugada.

En la mayor parte de la comunidad no hubo actos con motivo de la Noche en blanco. Tan solo Zaragoza se salvó de la quema tras la iniciativa del consistorio y la DGA. Y eso que muchos espacios y salas no han abrazado aún la nueva normalidad.