Hoy, 18 de abril, se celebra la jornada internacional dedicada a los Monumentos y los Sitios, promovida por su Consejo mundial, el Icomos, adscrito a su vez a la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura). Una celebración que este año lleva por lema Patrimonio para nuestras generaciones, con el que se quiere hacer un llamamiento a la reflexión sobre la importancia de los valores formativos y educativos que se derivan del estudio y conocimiento de nuestro patrimonio, manifestado en todas sus facetas culturales y artísticas.

Enraizada en los postulados sociales de la Revolución Francesa, la necesidad de conservar el patrimonio histórico que nos ha sido legado durante siglos por quienes nos precedieron, es a día de hoy más incuestionable que nunca, por cuanto en los países envueltos en conflictos armados, la destrucción y el expolio sistemáticos del patrimonio se han convertido en poderosas armas de guerra contra los adversarios, cuyo pasado e identidad se pretende, de este modo, destruir.

Un patrimonio que en estos momentos de profundas crisis - humanitaria y económica- en las que nos hallamos inmersos, corre el riesgo de quedar segregado de nuestra existencia. De manera que la grávida solidez monumental, con universal vocación de permanencia, que caracterizó al arte durante siglos, aparece ahora como una incómoda estridencia con respecto a la levedad y fugacidad de nuestras sociedades posmodernas, caracterizadas por la prematura obsolescencia de las ideas, cada vez más semejante a la de nuestros personales objetos de consumo, pues vivimos plenamente instalados en la cultura de lo efímero.

Asimismo, en unos momentos en que la realidad está siendo arrasada, tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales, por la primacía que unos y otros están otorgando a los sentimientos sobre la verdad y la razón, las sociedades se muestran cada vez más cerradas sobre sí mismas (renunciando al carácter intrínsecamente nómada de la humanidad) y tienden a instalarse en la insolidaria seguridad que les proporcionan los inconsistentes sedentarismos nacionalistas. Y es ésta la verdadera base ingrávida sobre la que pivota el artificial y falso dinamismo que ahora nos mueve, el cual nos habilita tan solo para alcanzar objetivos inmediatos o a corto plazo, pero nos priva de la sabiduría y de la fortaleza necesarias para construir unidos un mundo mejor.

Y es en este punto donde la cultura acude en nuestra ayuda. El concepto de patrimonio está a medio camino entre la memoria y la historia, de manera que bien podríamos decir que buena parte de nuestra identidad (personal, y como pueblo y nación) se encarna también en los monumentos, paisajes y sitios, como espacios que son de la memoria, pues en ellos existen palpables e invisibles trazas de una historia común. Símbolos que nos informan sobre nuestro pasado y nos proporcionan los recursos que precisamos para avanzar con esperanza hacia el futuro.