Me reencuentro con Javier Hernández en la Universidad de San Jorge, donde imparte clases y es decano de la Facultad de Comunicación. Hacía mucho que no hablaba con este inquieto intelectual, curtido en muy diferentes dinámicas, actividades e iniciativas culturales, en el mundo del cine y en múltiples universos narrativos y poéticos que tan bien conoce y que con tanta profundidad ha analizado.

Su último trabajo lleva por título Storytelling y es un ensayo incluido en un apasionante volumen, La metafísica de internet (Nuevas formas de relato en la cultura web), editado por la Universidad San Jorge con la coordinación del propio Hernández y de Carlos Obando y la inclusión en su índice de ensayos firmados por José Antonio Pérez Rubio, Manuel Chiroque, Agustín Serra, Josep Maria Catalá, David Varona, Vicente Gosciola, Roseni Guimaraes, Alberto Pacheco y Juan Diego Parra.

En Storytelling, Javier Hernández estudia y expone los drásticos cambios que en las estructuras narrativas vienen ocasionando los grandes avances en la nueva cultura digital o web. De hecho, esas mismas estructuras pueden operar a modo de paisajes conceptuales a explorar (Clement) más que como simples andamios del relato, primando la estética sobre otros valores textuales.

Inexorablemente, nos dirá el autor, apoyándose en expertos como Dena o Jenkins, «vivimos ya en una era transmedia y requerimos una mentalidad transmedia que supere la monológica para entender este marco de cultura de convergencia».

Coincido con Hernández, contra Heidegger, en este caso, en que el hombre, más que un ser para la muerte, es un ser narrativo, un homo narrator capaz de dirigirse a la comunidad con las armas de la fantasía, la observación y la oralidad. Siendo ésa nuestra principal cualidad, todo lo que sea potenciarla con la ciencia supondrá un paso o avance.

Leyendo a Hernández, y les aconsejo vivamente que se adentren sin complejos y con una mentalidad abierta en este apasionante libro, La metafísica de internet, tengo la impresión de que ese horizonte ya ha llegado y que, en efecto, vivimos en otra dimensión narrativa, donde cada texto tiene varias puertas de entrada y puede combinarse con elementos en principio ajenos, como la fotografía, la música o el cómic de un modo lúcido, ordenado y enriquecedor. Otra frontera.