En la galaxia donde brilla Rosalía parece que el tiempo, el espacio y los elementos se mueven y rigen por coordenadas distintas. En marzo del 2018 la joven actuaba en el pequeño y reputado Joe’s Pub de Nueva York, presentando junto a Raúl Refree Los Ángeles ante algo menos de 200 personas, amantes del flamenco en particular y de la música en general, exploradores que exprimen y aprovechan citas como el Flamenco Festival para ampliar sus horizontes y descubrir talentos. Cuando este lunes, poco más de un año después, Rosalía volvía al East Village, no hacían falta presentaciones.

La cola para acceder al emblemático y recién reinaugurado Webster Hall, que se reabrió el viernes con Jay-Z y tras los conciertos de lunes y martes de Rosalía será escenario para Patti Smith, daba casi la vuelta completa a la manzana. La serpiente humana de 1.400 almas que luego encontraron acomodo en el Grand Ballroom era expresión casi perfecta de la diversidad de razas, edades, orígenes, gustos y estilos que hace de Nueva York buena parte de lo que es. Y lo que se vivió entre las nueve y las diez de la noche fue la expresión de expectación y expectativas cumplidas, puro éxtasis colectivo.

Al trance Rosalía es capaz de llevar con un tema como Pienso en tu mirá, con el que abrió el concierto, o con una siguiriya que se va transformando desde su estado más puro hasta conquistar nuevos territorios. Le corean verso a verso Barefoot in the park y escuchan en silencio cuando presenta el Te estoy amando locamente (o locamenti) de Las Grecas. Y cuando cierra con Malamente y vuelve para regalar en un bis una versión a capella del Volver de Gardel, deja su huella en un lugar lleno de historia.