Con el pelo cardado y un estampado ochentero, Elena Anaya aparece tocando el teclado, cantando y seduciendo desde el escenario en Todos están muertos, la ópera prima de Beatriz Sanchís. La imagen, pese a lo convincente, se aleja mucho de la que la actriz palentina tiene de sí misma. "Nunca me imaginé como estrella del rock, soy más bien sosa", asegurado en una entrevista para promocionar la película, que tras su paso por el Festival de Málaga, donde se llevó el premio especial del jurado y el de mejor actriz, llega el próximo viernes a las salas de cine.

Anaya interpreta a Lupe, una antigua estrella del rock que en los ochenta llenaba Las Ventas, junto a su hermano Diego, en un grupo llamado Groenlandia --un guiño a Bernardo Bonezzi--. Pero eso fue 14 años atrás. En el presente, Lupe sufre agorafobia y se pasa los días encerrada, haciendo tartas e ignorando a su hijo adolescente.

Así, hasta que un día se le aparece su hermano, con su aspecto de siempre, joven y rebelde. Nada raro si no fuera porque Diego falleció en un accidente de tráfico hace 14 años. "Es una película muy arriesgada", admite Anaya. "Pero el resultado es mágico y conmovedor", explica la actriz. "Es una historia que te impulsa a querer agarrar el toro por los cuernos y a decir 'a por todas, vamos a vivir, a disfrutar, a amarnos y a ser valientes', porque de eso va la vida", añade.

Para meterse en la cabeza y el corazón de Lupe, investigó en la música de los 80, que en buena medida ella, nacida en 1975, se perdió. "Buscaba teclistas mujeres que me dieran una inspiración y encontré una mirada única en el panorama del pop en España que era Ana Curra". Casualidades, Sanchís le contó un día que Curra había perdido a su pareja en un accidente de coche viniendo de un concierto, lo que le aproximaba aún más a su personaje. Así que Lupe ha resultado ser un homenaje, "un pequeño tributo" a Ana Curra.