Será por el solecito de estos días, pero lo cierto es que el cronista se siente optimista. Que es, simplemente, un estado de ánimo, pues nada indica, indicia, avala, adelanta que las cosas, al menos en nuestro sector, las comiditas y bebiditas, vayan a mejorar a corto plazo.

Pues la ciudadanía, que está por la labor --nos sigue gustando disfrutar de barras y mesas-- no dispone, sin embargo, de recursos para disfrutar de la gastronomía tanto como quisiera; y muchos, ni siquiera un poco.

Mas ello no ha logrado cortar las iniciativas, innovación que le dicen ahora, que genera el sector. Este fin de semana se pueden ver muchas de ellas, desde la cerveza medieval que ofrece en cada edición de las bodas turolenses La Zaragozana, hasta la multitudinaria concentración tapera trufera que tendrá lugar en Graus.

Actividades que no se mueren en sí mismas, sino que esconden un largo trabajo previo y una voluntad de permanencia en el tiempo.

Como las jornadas gastronómicas que ofrecen determinados restaurantes, la próxima celebración del Certamen de restaurantes de Zaragoza, la adecuación de la oferta a las actuales circunstancias --menús más ligeros para quien no tiene tiempo; tapas elaboradas en el acto y no de microondas; vinos a precios razonables--, pruebas todas ellas de que contamos con una hostelería, en general, razonablemente ágil y con ganas de evolucionar.

Quizá por su propia soledad y dimensión, sean los productores agroalimentarios quienes más tarden en reaccionar, en reinventarse y buscar a sus lejanos clientes. Pero hay buenos ejemplos, el mercado agroecológico funciona semanalmente, crecen pequeños establecimientos especializados, hasta los grandes supermercados atienden a la cercanía.

Y surgen nuevos productos, buscando la complicidad del público. Si hasta Coca-Cola parece recular-

Puede que sean simples espejismos, ganas de ver con buenos ojos. Pero hay días en los que es mejor soñar, que llega el fin de semana- para quienes lo tienen.