La ordenación de diáconos es, junto a la de sacerdotes, de los momentos más importantes de la Iglesia católica. Ayer, el arzobispado de Zaragoza tuvo que celebrar esta fiesta a puerta cerrada y en el seminario metropolintano, en vez de en la basílica del Pilar que es el escenario habitual. Enrique García, Galo Oria de Rueda y Jesús Irache fueron los ordenados.

Uno de ellos, Galo Oria de Rueda, reconoce que “fue diferente” a la de otras ediciones porque “suele ir mucho público y aquí solo pudieron acompañarnos nuestras familias y con distancia entre ellos”. “Estuvimos unas 15 personas contando con los cámaras que retransmitieron la misa por Youtube, por esa plataforma nos pudieron ver amigos y demás familia”, señala.

A pesar de la separación impuesta por el covid-19, «estrechamos nuestra comunión con Dios y con los hermanos, especialmente con los fallecidos, con los enfermos y con los que los cuidan, con los ancianos, los que tienen miedo y los que están solos. Y elevamos esta oración de confianza con el salmista: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?», ha explicado el arzobispo, Vicente Jiménez, que presidió la ceremonia.

Tras una homilía en que se dirigió especialmente a los ordenandos, recordándoles cómo los diáconos están llamados a ser servidores de la eucaristía, la Palabra y los pobres, ha tenido lugar propiamente el rito de la ordenación: el escrutinio o interrogatorio, con las promesas diaconales —entre ellas, la de guardar el celibato—; el canto de las letanías de los santos, con la postración de los ordenandos; la imposición de manos del obispo y la oración de consagración; la vestición de las estolas cruzadas y las dalmáticas —vestidura propia de los diáconos, consistente en una casulla con mangas—, y la entrega del libro de los Evangelios.

A partir de ese momento, la celebración de la misa se desarrolló como de costumbre, y en ella los nuevos diáconos desempeñaron ya sus funciones propias: preparar el altar, dirigir las moniciones al pueblo, auxiliar al obispo en la plegaria eucarística, especialmente en lo relativo al cáliz, y distribuir la comunión.

En dos ocasiones, el arzobispo se dirigió a los jóvenes que seguían la celebración a través de las redes sociales, invitándoles a «escuchar y a seguir la vocación».

Al término de la ordenación y tras rezar la oración compuesta por el papa Francisco ante la pandemia del Covid-19, el nuevo diácono Jesús Irache dio las gracias en nombre de sus compañeros y, en tono divertido, señaló que «como las nuevas tecnologías todavía no permiten un vino español online, habrá que esperar a la ordenación presbiteral para celebrarlo».