La artista fue sobre todo apreciada por los tangueros al dar la réplica a Gardel en sus dos últimas películas, El día que me quieras y Tango Bar, filmadas en 1935 por John Reinhardt, aquel que proclamó que el cantor tenía «una lágrima en la garganta». También había actuado junto a Adolfo Menjou, Clara Bow, un joven Cary Grant, Maurice Chevalier… y lo haría con José Mojica, el tenor mejicano que terminaría fraile. Su eclecticismo artístico le permitió acometer como bailarina tanto muy distintos folclores como bailes modernos. Fue lo que se llamó una artista hispana, adjetivo que hoy -para ir perdiendo un poco más de terreno- se ha transformado en latina. Pese a su lucida trayectoria artística y amplia filmografía, su figura ha trascendido menos que la de otras de menor rango.

En la prensa de su época y en las enciclopedias del cine Rosita -Gabriela Victoria Viñolas Moreno de nombre real- aparece como mejicana, española o argentina. Su natalicio (25-III-1909) se ha ubicado en Madrid, en Pachuca (Méjico) y hasta en Aragón. Lo cierto es que nació en España, pues sus padres emigraron a México en 1910. Al ser actores, su hija pudo ver la luz en cualquier sitio en el que estuvieran de gira pero lo más probable es que naciera en Madrid, donde tenían su centro de operaciones. O en Aragón, pues era costumbre que las nuevas madres acudieran a la casa materna en sus primeros partos. El periodista Baltasar Fernandez Cue escribió en 1927 que Rosita vino al mundo en la madrileña calle Cardenal Cisneros y no tenía motivos para engañar a sus lectores.

Madrileña, pues, en espera de que aparezca la partida de nacimiento, era hija de dos actores aragoneses, Francisco Viñolas -Paco Moreno, de nombre artístico- y Asunción Moreno.

Paco Moreno (1886), zaragozano, actor, guitarrista y bailarín de muy precoz vocación escénica, formó pareja artística con Asunción, pero la escasa retribución que recibía este tipo de artistas en los primeros años del siglo XX, le hizo intentar la aventura americana. Cuando en 1925 la Paramount contrata a su hija, se establece en Hollywood y comienza también a trabajar en el cine, como actor secundario e intérprete de inglés. En 1931 fue nombrado director de diálogos para las películas en español de la Paramount. Participó en 24 películas antes de morir en Beverly Hills, el 15 de octubre de 1941.

Asunción Moreno Baigorri, nacida el 2 de junio de 1886 en Novallas, al lado de Tarazona, marchó joven a Barcelona para estudiar con Pauleta Pamies, maestra de baile en el Teatro del Liceo. Pronto se juntaría con Paco y su itinerario discurriría por senderos distintos a los del baile clásico. De los inicios de su recorrido, no conocemos más que su nombre de guerra, Pilar o La Pilarica, y su condición de bailarina, que heredaría su hija.

Gabriela Victoria, pronto abreviado en Biela fue el nombre que se impuso a la futura Rosita. Cuando tenía seis meses, ante la falta de perspectivas artística, la familia decidió trasladarse a Pachuca, en el mexicano estado de Hidalgo. Allí regentaron un hotel pero, al estallar la Revolución, hubieron de alojar, gratis y obligatoriamente, a militares en campaña. La única salida fue cerrar el negocio, volver al camino artístico y formar un dúo de baile, Pilarica y Paco, que en 1913 se presentó en los Estados Unidos con buen pie.

Los tres recorrieron el continente hasta que en 1920, tras ocho meses de éxito en el Casino de Buenos Aires, Biela, que a los tres años ya había ganado en México un campeonato infantil bailando una jota, se incorporó a la pareja, que pasó a ser el Trío La Pilarica. Dado el nombre y origen de los artistas, en el repertorio se privilegiaba la jota aragonesa, cuyos pasos y espectaculares movimientos agradaban en todos los escenarios. Durante años actuaron en los teatros del continente americano y fue en los USA donde tomaron el nombre de The Dancing Moreno’s para terminar contratados por la empresa Orpheum, que controlaba los circuitos del país y reunía las mejores estrellas de variedades. Una de las pantomimas musicales que el trío familiar interpretaba en 1925 llevaba el título de Rosita. A la joven artista empezó a dársele ese nombre, uniéndolo así al apellido de su madre.

Con la nueva apelación, Rosita comenzó su fortuna y en Los Ángeles maravillaría a Ivan Kahn, -uno de los mayores descubridores de talentos hollywoodienses- quien en 1927 la introdujo en la United Artists, tras superar -era totalmente bilingüe- pruebas de fotogenia y dicción. El contrato por cinco años era tan sustancioso que sus padres abandonaron las actuaciones, compraron una mansión en Beverly Hills y se dedicaron a acompañarla y cuidar la carrera de su hija, que tardó tres años en debutar en la pantalla. En 1928 la revista Popular Film atribuía malévolamente esa demora a la constante compañía de sus padres. Sin embargo, ella declararía muchas veces que su ostracismo se debió al parecido físico con Dolores del Río, gran estrella de la productora. Manteniendo sujeta a Rosita, además de tenerla preparada para cualquier sustitución, se evitaba su fichaje por parte de la competencia. A finales de 1928, Rosita decidió romper el contrato.

Siguió actuando como bailarina hasta que en 1930 la popularización del cine sonoro implicó que Hollywood empezara a producir versiones en español de sus películas para distribuirlas por los países de habla hispana. Lasky, vicepresidente de la Paramount, vio a Rosita actuando en la revista del Majestic y le ofreció un contrato.

Inmediatamente, y dirigida por Louis Gasnier, es la protagonista femenina de Amor Audaz, versión española de Slightly Scarlet, dando la réplica a Adolfo Menjou, famoso galán maduro. En la película, cuyo guion se debió a Joseph L. Mankiewicz, intervenían también dos zaragozanos: Paco Moreno y María Calvo.

A partir de entonces, Rosita fue contratada como actriz bilingüe para multitud de películas. Después, decaería el ritmo, hasta rodar la última en 1945, si descontamos su intervención como asesora técnica en la única película que dirigió e interpretó Marlon Brando, El rostro impenetrable (1961).

Que, a partir de 1930, Rosita ya es considerada como patrimonio de la productora lo demuestra su papel en el filme Galas de la Paramount, mosaico de estrellas con Clara Bow, George Bancroft, Lilian Roth, Nancy Carroll, Maurice Chevalier y un puñado de artistas de habla hispana. La película, tres de cuyos sketchs dirigió Lubitsch, se coloreó para su exhibición y se rodaron versiones en una docena de lenguas. A finales de 1930 la Paramount optó por trasladar las versiones españolas a sus estudios de Joinville en las cercanías de París, adonde viajó Rosita en mayo de 1931 con el contrato aumentado notablemente.

En su primera tournée artística por tierras españolas, para presentar su séptima película, Gente alegre, Rosita quiso conocer Aragón, en noviembre de 1930. Juan Antonio Cabero, hombre de cine también aragonés, la entrevistó para Heraldo de Madrid:

—Y he visto también Zaragoza. ¡Bonita ciudad! Dan ganas de llorar al verla desde lejos: el río, el puente, el Pilar...

-¿Llorar? ¿Por qué?

—No lo sé. Me parece muy española.

Desde Zaragoza se dirigió a Tarazona y Novallas, los predios natales de su madre, que la seguía acompañando siempre. Así se expresaba en la entrevista del diario La Voz de Aragón: «(…) Decidí visitar la tierra de mis padres, un pueblecito en las faldas del Moncayo pintoresco y tranquilo. No quise regresar a Barcelona sin visitar la Virgen del Pilar y… a las doce de la noche detuve el coche frente a la verja de hierro para arrojar unas flores en su interior, como ofrenda de mi devoción a la patrona de los aragoneses. Me gustó mucho; vi el Pilar reflejado en las aguas del Ebro: su silueta era señorial y grandiosa ¡Qué impresión más grata me causó y qué honda emoción la que sentí aquella noche…!».

El estreno madrileño de Gente alegre, precedido de un gran aparato publicitario, estuvo realizado por sus dos protagonistas y los bailes de Rosita. Como cabía esperar el éxito fue enorme. Se leía en Crisol (31-XI-1931): «Su agilidad portentosa, el ritmo en sus pasos, el gusto y riqueza de su vestuario, la gracia picara de su rostro y su esbelta figura, que generosamente permite admirar, entusiasmaron al público, que la colmó de aplausos y flores. Ella, emocionada, habló, con un castellano de Hollywood, gracioso, pero sincero. (…) El éxito (…) fue tan grande que anuló el de su actuación cinematográfica en Gente alegre, película mediocre que sólo puede tolerarse con la actuación de tan gentil artista».

Como había sucedido en Barcelona, casi toda la prensa de Madrid volcó su entusiasmo ante la actuación de la estrella, que permaneció en España hasta marzo de 1931, dejando varias de sus películas en cartelera y cuatro canciones grabadas.

Rosita solía ser discreta en sus declaraciones. Sólo se le había adjudicado en 1930 un romance con un jugador de rugby, inmediatamente desmentido. Por contrato no podía tener novio ni pesar más de 54 kilos. Siempre acompañada por madre y manager, que controlaba indumentaria, visitas y declaraciones, y absorbida por ensayos, rodajes, actuaciones y viajes, apenas tenía tiempo de cultivar su afición al deporte, especialmente, el golf. Se sugirieron relaciones afectivas con el actor Julio Peña y con Ramón Franco, el famoso aviador del Plus Ultra. Fuera cual fuera la intimidad de la artista no parece que tuvieran fundamento. En 1935 se anunció su boda. El agraciado fue Melville Shauer (1895-1986), agente artístico cercano a la Paramount, que dirigió desde entonces su carrera.

En febrero de 1935 se rodó El día que me quieras. Pese a las previsibles ñoñerías de los diálogos de la época, el argumento de Alfredo Le Pera está más trabajado que en otros filmes gardelianos y la película tiene momentos de intensidad dramática que, junto a los dos impresionantes tangos, Sus ojos se cerraron y Volver, y a la canción del título, la convirtieron en un icono del ídolo rioplatense. Como sucedió con otras películas de Gardel, a petición del público, el operador debía rebobinar el filme para volver a escuchar las canciones más aplaudidas. Rosita era la pareja del ídolo y, tras morir, interpretaba a su propia hija. Fue una de sus actuaciones más convincentes.

Un mes después, en el mismo lugar y con los mismos intérpretes, se había rodado Tango Bar que, sin embargo, se estrenó en España antes que El día que me quieras. La muerte de Gardel en el accidente del aeropuerto de Medellín (24-6-1935) favoreció la expectativa ante su estreno el 9 de noviembre. En Tango Bar Gardel cantó dos tangos, una canción y una jota, Los ojos de mi moza. Y bailó con Rosita unos compases del tango Viejos tiempos.

En 1937 el esposo de Rosita, decidió producir otra versión hispana, Tengo fe en ti. Sería la última de las realizadas por la artista, con John Reinhardt dirigiéndola por séptima vez.

Durante la Guerra Civil, continuaron proyectándose los filmes de Rosita en las ciudades de los bandos enfrentados, mientras aprovechaba el gancho de sus películas con Gardel para introducirse en el ambiente artístico bonaerense y filmar El canillita y la dama (1938) y La hora de las sorpresas (1941). Fue su postrera aparición estelar. La última, ya en papel secundario, Donde crecen los héroes, con Dorothy Lamour y Arturo de Córdova, estrenada en 1947. Rosita ya no aparecía en los anuncios.

A partir de entonces, la actriz, cuya separación del mundo artístico había sido progresiva, vivió en Beverly Hills con su marido, sin otra aparición que la aludida asesoría en el film de Marlon Brando y algunas entrevistas, en relación a sus películas con Gardel. Sin que los medios españoles parecieran enterarse, murió en Los Ángeles el 25 de abril de 1993.

Casi toda la carrera cinematográfica de Rosita Moreno se desarrolló en la década de la popularización del cine sonoro aunque, como bailarina, hubiera podido trabajar en el cine silente. Durante los años treinta Hollywood produjo un cine comercial muy digno, teniendo en cuenta las condiciones industriales y técnicas de cinematografías como la española, pero también, obras maestras del cine de todas las épocas. Rosita Moreno se movió en las coordenadas de este cine popular y comercial en el que llegó a totalizar 19 películas, casi todas como protagonista, del total de las 30 en que intervino.