Quizá la Academia de Hollywood se rinda este domingo, una vez más, a sus clásicos, reconociendo con el Oscar a mejor película a una cinta bélica emocionante y de perfecta técnica como '1917' o premiando esa mirada tan cinematográficamente loable como ideal para su ombliguismo en los premios que sirve en bandeja 'Érase una vez... en Hollywood'. Ni Sam Mendes ni Quentin Tarantino, eso sí, tienen su propia cerveza, algo que sí ha creado una fábrica de bebidas artesanas en Los Ángeles para Bong Joon-ho.

La existencia de la Bong Joon-hops, con su eco de melocotón en el paladar, es solo una anécdota, pero ilustra la dimensión de fenómeno en que se ha convertido Parásitos, la película con seis nominaciones al Oscar con que el surcoreano llama a las puertas de la historia, dispuesto a lograr con un trabajo que no es en inglés lo que no consiguieron 11 antes que él, de Jean Renoir a Ingmar Bergman o, el año pasado, Alfonso Cuarón.

El runrún de esa posibilidad es intenso. Muchos pesos pesados de Hollywood declaran su abierta admiración a 'Parásitos' y a su creador, posiblemente el más buscado para fotos y selfis intergalácticos. En los votos que un puñado de los cerca de 8.500 académicos comparten en secreto con medios y publicaciones de la industria aparece a menudo como primera opción o segunda, buenas noticias dado el sistema de voto preferencial. La Palma de Oro en Cannes, además, acumula logros inéditos, como haberse sido la primera película extranjera que en los 25 años de existencia de los premios del Sindicato de Actores recoge su máximo galardón.

Un guiso de orgullo, alegría e ironía

Aunque sea Netflix quien tenga inundado Sunset Boulevard con los enormes carteles promocionales buscando estatuillas para 'El irlandés', Los Ángeles huele y sabe a 'Parásitos'. Y la conquista de la ciudad se paladea con especial gusto en la comunidad coreana, donde como en los complejos sabores de sus guisos humeantes y de su kimchi, hay una mezcla deliciosa en la reacción al éxito de Bong Yoon-ho y su trabajo.

Hay mucho orgullo. También, mucha alegría. Y a mí me encanta la ironía de que esta película, en la que ves las diferencias de clase y las desigualdades pero también una historia de impostores que dan miedo, esté siendo tan celebrada en Hollywood y Los Ángeles, donde se ve y se vive eso mismo, reflexiona en una entrevista Lisa Kwon, una escritora milenial coreanoestadounidense nacida y crecida en la ciudad de Beverly Hills y Watts, de Rodeo Drive y Skid Row, de Laurel Canyon y Koreatown. Estamos celebrando algo que nos pone frente al espejo.

Kwon explica que desde que se estrenó la película ha sido un tema de conversación en familias como la suya y en toda la comunidad, donde en la radio en coreano es todo lo que oías. Y dice que ha servido de puente entre generaciones para hablar.

'Parásitos' ha servido también para contribuir a diluir barreras que a menudo han sido poco permeables en una ciudad extremadamente diversa pero no siempre integrada. Y es algo que ha maravillado, por ejemplo, a Christine An, que emigró de Corea cuando era una adolescente en 1983 y regenta una de esas clásicas tiendas asiáticas llenas de peluches, bolis de colores y formas imposibles y millones de pequeñas cosas en el centro comercial Koreatown Plaza, un lugar que permite pensar que se han viajado casi 10.000 kilómetros sobre el Pacífico. An se fue a ver la película no al cine de su barrio, uno que poco a poco se ha ido abriendo y ahora es de mayoría latina y con una incipiente presencia de negros y blancos, sino a West Hollywood. Y allí, rodeada sobre todo de blancos, empezó a sentir el asombro por cómo el director ha puesto emociones y realidades coreanas en un muy ajustado retrato y ha logrado que puedan ser entendidas.

Una producción ética

También celebra el éxito y el impacto de Bong Joon-ho Suk-Young Kim, profesora en el Centro de Estudios Coreanos y en la Escuela de teatro, cine y televisión de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), quizá precisamente porque en ese campus de prestigio constata que los estadounidenses siguen pensando que son el centro del mundo y hay una enorme falta de comprensión del mundo más allá de Occidente que tilda de deplorable.

No hay muchas buenas noticias que lleguen de Corea, especialmente de la industria de entretenimiento, que ha sufrido enormes escándalos en el K-Pop o las acusaciones contra Kim Ki-duk, y necesitábamos desesperadamente algo estimulante como esto, dice. Una película que aborda un profundo problema social que tiene éxito comercial (más de 33 millones de dólares solo en EEUU) y está éticamente producida es fuente de orgullo nacional y de la comunidad.

Quizá, dice, la Academia de Hollywood esté lista para reconocerlo. Han aceptado más diversidad entre sus miembros, ha subido el número de miembros internacionales, y tienen una mente más abierta al cine internacional y a mensajes más sutiles que perpetuar el sueño americano, reflexiona Kim. En sus palabras, no obstante, hay cautela. Y solo hace falta mencionar un título para explicar por qué: 'Green Book'.