Cuando el crítico de The New York Times A. O Scott vio Mystic river , definió el retrato de Jimmy Markum trazado por Sean Penn como "una de las piezas definitivas de interpretación en la pantalla del último medio siglo". Roger Ebert, de The Chicago Sun-Times , fue más allá al analizar Monster y colocó el trabajo de Charlize Theron como "una de las mejores interpretaciones de la historia del cine". ¿Hipérboles? Quizá. ¿Mentiras? No.

La lista de nominados en las cuatro categorías de actuación de los Oscar, salvo sorpresas como la inclusión en la de actriz principal de la casi niña Keisha Castle-Hughes o en la de actor de reparto de Dimon Hounsou, han devuelto a Hollywood los ecos de edades de oro, esos en los que la pantalla se llenaba de Bogart, Grant, Hepburn, Marlon Brando, Robert de Niro...

Triunfan películas épicas y guiones que buscan en la adaptación lo que no se es capaz de crear, pero la gloria del cine, el peso de las historias que incomodan, asombran, emocionan y revuelven ha vuelto a los intérpretes, muchas veces necesitados de películas mejores. Este año están algunos de los grandes. Y por eso, con una Academia que se mueve tanto por simpatías como por el pago de deudas atrasadas y quizá con el temor de algunas futuras, cualquiera puede ganar.

UNA LISTA INTERNACIONAL

Nadie apuesta sobre seguro, salvo en el caso de Renée Zellweger, que en su tercera candidatura consecutiva parte como favorita en la categoría de actriz secundaria por su trabajo en Cold Mountain frente a veteranas ya galardonadas como Holly Hunter y Marcia Gay Harden. Sus principales rivales, paradójicamente, son dos novatas en las nominaciones a los Oscar: la respetada Patricia Clarkson y la iraní Shohreh Aghdashloo, una de las siete extranjeras entre los 16 nominados. Un dato que constata que la Academia se deja internacionalizar.

Es en la categoría de actor principal donde esa nueva edad de oro está mejor representada, reviviendo ecos como los de 1975, donde Al Pacino, Dustin Hoffman, Albert Finney y Jack Nicholson fueron derrotados por Art Carney. Penn podría, tras tres nominaciones, ver por fin consolidada su reputación como el mejor actor de su generación, aunque nadie duda que en sus opciones puede pesar demasiado su desprecio manifiesto, hasta este año, de unos académicos que no encajan bien las miradas fuera de su ombligo.

También Bill Murray puede verse favorecido por otra de las tendencias de la Academia: reconocer a un brillante intérprete que, quizá, no vuelve a tener otra oportunidad, a un comediante que ratifica en Lost in translation el espectacular actor de drama que es. Y Johnny Depp podría constatar su grandeza, esa de ser capaz de hacer que un personaje de comedia se cuele en una categoría que los suele vetar. Y es que, probablemente, los votantes no piensen sólo en Piratas del Caribe .

Si se suma a la lista al siempre supremo Ben Kingsley, a un cada vez superior Jude Law, al nunca antes nominado como actor Tim Robbins y al ya galardonado Benicio del Toro, a la mítica Diane Keaton, a Theron, a Naomi Watts, a Samantha Morton, a Ken Watanabe y a Alec Baldwin... Gane quien gane, y no como ha sucedido en otras ocasiones, este año es extremadamente fácil no decepcionar.