Observó que un juego de adultos tan cotidiano como el guiñote se desarrolla con lances como cortar, robar, matar, ahorcar, arrastrar ... y que los ingenios infantiles, casi siempre, derivaban a que "los perros huyeran de los niños de la calle como los gorriones". Pedro Martínez Baselga (Zaragoza 1862-- 1925) fue un catedrático de Veterinaria reconocido, sobrino de Joaquín Costa, que "llegó a la conclusión de que de que el problema de España podía resolverse desde la educación".

Aquel sabio, testigo del inútil y continuado intento del regeneracionismo desde la política, reunió en su casa un museo del juguete dividido en muchas vitrinas, sobre el que escribió el libro Museo de juegos y juguetes infantiles . Ese libro ha sido ahora dado a conocer por el músico, folklorista y profesor Luis Miguel Bajén, en una obra titulada Un héroe en zapatillas , que ha editado el Ayuntamiento de Zaragoza.

Luis Miguel Bajén, coautor con Mario Gros de obras como Memoria de los hombres libro y recopilaciones de tradiciones orales ha tratado ahora de rescatar la figura de aquel hombre "de ideas cocidas y palabras crudas", un librepensador heterodoxo, un humanista interesado por lo popular, "un héroe en zapatillas que creía en el poder revolucionario de la palabra y del juego", señala Bajén.

PATOLOGIA SOCIAL

Por la obra desfilan textos de Martínez Baselga, que en su libro Las penas del hombre. Patología social española (1903) explicaba que "cuando no se gana, la mujer es la encargada de ir a las tiendas pidiendo pan prestado" y la situación de los niños de la inclusa que desde la cuna "miran en la dirección en que oyen ruidos pidiendo auxilio y nadie les escucha".

Con verismo de científico describe la situación de huérfanos, reclutas y prostitutas, de los campesinos sometidos a los caciques, de "la limosna por parte de quienes tratan mal a sus obreros" y también los cafés, los señoritos, los frailes... Frente a éstos escribiría una Cartilla para escribir en seis días . "Observó que todo podía cambiarse desde el individuo y la educación".

Martínez Baselga, señala Bajén, criticaba una "instrucción represora de los sentidos", que además desconfiaba de la inteligencia propia del niño. "Pensó que todos tenemos desde la infancia una inteligencia natural y que el juguete puede desarrollarla". Si los chiquillos reflejaban la crueldad o la violencia de los mayores en sus juegos y también reflejaban su inteligencia.

Y en el año 1910, tras haber escrito sobre la bondad del cine o de la música bailable y de haber escrito que "la escuela debe ser un centro de recreo" y que "la moral es el arte de hacer felices a los hombres", Martínez Baselga puso en marcha su estudio sobre los juegos infantiles y su museo del juguete.

En su lista entran desde el conocido volverse los párpados o mover las orejas , hasta las carreras de moscas sin alas o enseñar a cantar la jota a las picarazas , pasando por disparar las semillas de las garrofas , además de toda clase de travesuras.

Su museo del juguete describe ya el foot-ball , aunque de oídas, porque coloca una red de tenis en medio del campo. Por lo demás, ofrece toda la gama imaginable de ingenios infantiles. La lástima es que nadie sabe dónde ha ido a parar el contenido de aquellas vitrinas.