La historia se repite casi como un reloj, durante tres días seguidos y con 365 fechas (más o menos) de diferencia. Las puertas del Salón del Cómic se abren y el primer ajetreo se forma en el largo pasillo que lleva a los baños. Un rápido vistazo desvela que son mayoritariamente jóvenes y que (tampoco hay que ser muy listo para deducir esto) no es que les haya entrado una prisa repentina por vaciar la vejiga. Así que por curiosidad uno recorre el pasillo y se asoma al baño para encontrarse lo más parecido a un camerino de cualquier teatro. Bueno, de cualquiera no, de uno un tanto especial en el que abundan los superhéroes y las máscaras de todo tipo.

Un Grinch se mira al espejo mientras una Superwoman se asoma a la puerta del baño buscando a algún Superman y, de repente, de los urinarios empiezna a salir personas disfrazadas de todo tipo. Es entonces cuando el ajetreo empieza a trasladarse al interior de la sala Multiusos donde el ambiente, a pesar de estar todavía a primera hora de la tarde, es ya el de los grandes días. Y, entre tanta muchedumbre, se distingue a lo lejos, básicamente porque sobresale una cabeza sobre el resto, a un robot milagroso. Obviamente se lleva buena parte de las fotografías y es que la camadería es la norma de la casa.

Pero el lugar donde más gente vestida para la ocasión se cruza es, sin duda, en torno al escenario principal. De hecho, hay hasta concurso de disfraces. Le envuelve la zona manga y es ahí donde los fanáticos del género despliegan sus mejores galas para acercarse un poco más a la cultura asiática. Forman parte de las dos realidades (si no más) que conviven durante todo el fin de semana en uno de los salones que también se caracteriza por ser uno de los más diversos del mundo. Y lo fundamental es que lo es por el deseo de la gente ya que no hay ninguna directriz al respecto más allá del respeto y la diversión. El Salón, se suele decir, es lo que los aficionados quieren que sea.

Otros puntos neurálgicos

La realidad es que el espíritu del Salón se traslada durante estos días a otros puntos de la ciudad y no (solo) por la iniciativa de Diciembre, mes del cómic. Un ejemplo, coger el tranvía que deja en las puertas de esta cita con el noveno arte es encontrarse con un viaje en el que estarás rodeado de espadas y otros artilugios de Star Wars o incluso de caballeros y superhéroes que buscan su destino con ansias.

Disfraces que toman vida estos días (a pesar del frío que algunos soportan estoicamente) y que, a día de hoy, constituyen uno de los atractivos con los que cuenta el Salón del Cömic de Zaragoza por el colorido que aportan a todas las jornadas... bueno, y por la posibilidad que dan de que la gente se fotografie con ellos aunque a algunos todavía les siga sorprendiendo que puedan ser protagonistas de algo. Cosas de los fans, del mundo del tebeo y sus particularidades.